¿Quién eres?
Sigo yéndome a la cama con esta pregunta colgada en los párpados y hasta en mis sábanas. ¡Qué difícil se ha vuelto descifrar quién soy! y yo que pensé saberlo; aunque no lo decía porque es algo que no se puede decir, no tanto así como un secreto, sino más bien como un enigma para la palabra. Y ahora siento que no sé nada... nada de nada. ¿O será simplemente eso? ¿no seré otra cosa más que ausencia?
Seré ausencia en mis tiempos de incertidumbre, así como soy silencio porque me da la gana. Y podría ser muchísimas cosas, porque eso somos las mujeres: ¡un montonal de cosas en nada coherentes! y sin importar esto creen amarnos ¡Bah! cómo son los hombres. Risa no dan, dan algo así como consuelo.
Seré también soledad, más que nada. Una soledad mojada y fría, con olor a mar y a leña quemada. Y seré durante la mayoría de mis noches una lágrima, una sin motivo alguno. Y aunque aquel hombre declaró que soy tristeza; sin descartarlo aún siento, que en mis placeres soy vida.
Y aunque esa mujer hace unos años haya dicho que soy infamia, y que en mis ojos no había una gota de ternura; sin olvidarlo siento, que en mi sonrisa hay esperanzas.
Pero de todos, siempre recuerdo, cuando tú dijiste que me amabas... y entonces no me cupo duda; seré veneno si quieres o seré fuerza o debilidad. ¡O jamás podré saber lo que en mi alma se guarda! pero no me cabe duda, cuando tú dijiste que me amabas un escalofrío me tocó. Y supe que yo era amor; ¡un amor efervescente y loco! con tintes de dolor, sí... y con más tintes de una muerte plena.
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