El otro día -durante uno de esos insomnios insoportables que me suceden a menudo- cierta teoría cruzó mi mente no dejándome dormir sino hasta pasada la medianoche. Teoría que definitivamente debo compartir con ustedes para que sea sometida bajo un juicio distinto al mío. Verdaderamente recomiendo pensar en las madrugadas; la oscuridad es cuna de las mejores ideas.
Escribir y pensar de noche son una necesidad mía, una necesidad fisiológica (casi) y perturbadora, que se ha vuelto parte de mi. Aquel día me asaltó una idea sobre las metas, puesto que un profesor mío (al cual le agradezco de corazón su apoyo y su empatía) me había dado un tipo de sermón esa misma mañana, me habló del éxito, y de alguna manera sin que él lo percatara, me habló también de la decepción que le dejé.
Él éxito, según me dijo, es un sendero de tres pasos:
- Tener muy claras tus metas.
- Permanecer en motivación constante.
- Limpiar el camino de obstáculos (todos ellos).
Me explicó cada uno de ellos ampliamente. No sin antes contar con la ocurrencia de decirme cómo fue la primera impresión que le di, al parecer creyó que sería su mejor alumna y, aunque no me lo dijo ni necesito que lo haga, sé que creyó mal. Este punto puede no ser de mucha importancia para el desarrollo de mi teoría, pero lo comparto porque me duele; siempre va a dolerme fallarle a un profesor que hace más que enseñar química, por ejemplo.
Cada día nos deja algo más o menos crucial; a veces llegamos a olvidarlo, pero yo recuerdo mucho eso que dijo y lo que hizo por mí. No cualquier maestro te pone un nueve en su último parcial cuando en realidad sabes un seis, ni te da un sermón así antes de para recordarte que le importas. No interesa lo demás, esa breve conversación que tuvimos me dejó pasmada todo el día y parte de la noche, al parecer, empujándome a hacer conjeturas sobre mis propias metas, deprimiéndome un poco al notar que son tan pocas.
Tengo la teoría de que para alcanzar cualquier clase de meta, ¡de verdad, cualquiera!, es prudente generarse primero un hábito, una rutina. Si alguno de ustedes analizó de repente la frase "La rutina es lo que hace que un día
no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra.” (de El Principito) entenderán cuando digo que rutina no es sinónimo de monotonía sino de ritual, de esos que engalanan el trote de la vida.
“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la
tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora,
más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré
así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré
cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.” Lo siento, soy algo aficionada de la citas y El Principito es de mis libros favoritos. Esta frase, además, me ayuda a asentar mejor mi ejemplo. Lo ritos siempre placenteros en un inicio conllevan a los hábitos, entendiéndose como hábito a algo mecánico que se hace día con día sin ningún esfuerzo. Sin embargo, cuando uno se olvida del ritual, se debe recurrir primero al tedioso recurso de la disciplina y la voluntad para tratar de forjarse (y de manera desdichada) el mismo hábito día con día alcanzando a duras penas la meta; me imagino que solemos olvidarnos de que las metas no son sólo las metas; son también el camino que se recorre para alcanzarlas y que éste debe recorrerse de igual modo con tanta delicia como la misma meta.
Espero haberme dado a entender. Las rutinas son rituales que deben emocionar al corazón, para que sea fácil para nuestra mente y nuestro cuerpo "programarse" con hábitos buenos que nos impulsarán hacia nuestras metas. Mi teoría es que esto es 100% efectivo; uno hace sus hábitos y después los hábitos lo hacen a uno. No obstante, existe una pequeña desventaja; la formación de un hábito no suele ser muy simple, empero el rompimiento de este es sumamente fácil, sólo hace falta que a uno le de flojera seguirlo llevando a cabo. Y esto me lo enseñó un muy querido amigo cuando dejó de fumar, me dijo: "Es sencillo deshacerse de un mal hábito, sólo haz que te de flojera seguirlo haciendo". Cosa que no me dijo pero que entendí después fue que es aplicable a buenos hábitos de igual forma.
Todo esto que he escrito lo agregaría como un paréntesis o como un 1.1 a los pasos que me obsequió mi profesor. Siempre agradeceré su obsequio y a él no podré olvidarlo porque quizá pegue esta fórmula en el empapelado de mi pared. Me siento afortunada de ser una mujer a la que le gusta pensar de noche (o que le guste o no, lo hace de todas maneras) y que siempre halla un mecanismo que le ayude a vivir esta vida loca que tiene.
Finalmente, declaro que para cumplir mis sueños me aferraré a la teoría de la eficacia de esta fórmula. Y sugiero leer las letras pequeñitas: ¡Advertencia! las rutinas generan tanto hábitos buenos como hábitos malos. Cada uno es responsable de los placeres en cada ritual y de lo consecutivo en su práctica.
¡Ah! y una última sugerencia:
¡Ah! y una última sugerencia:
No hay comentarios:
Publicar un comentario