lunes, 22 de abril de 2013

Porque No Se Puede Convencer a un Necio


-¡Ya basta!

-¿De qué hablas?

-Sabes que ella va a romperte el corazón...

-Pues...

-Y como nunca nadie lo ha hecho.

-Pero...

-Se enamorará de nuevo, algún día; de algún imbécil que la llevará a llorar en tu hombro, mientras, con odio y sin más remedio que el de consolarla, pasarás años viéndole pensar en él. 

-No te creo.


-Créeme. Ella ama así, ama hasta que ya no puede... y ningún hombre la ha sabido amar.

viernes, 19 de abril de 2013

La Vez que Visité el País de las Maravillas

La tarde de ayer, mis primeras palabras al despertar fueron: "Estuve en el País de las Maravillas". Mi hermano se me quedó mirando, vio después su reloj y dijo: "Ya son las 8:00pm, ya levántate". Pero yo me di la vuelta y cerré los ojos de nuevo, quería recordar las cosas bien, no sólo había estado en el País de las Maravillas, sino también al Otro Lado del Espejo.

Un sueño no tiene comienzo, por lo que es difícil saber por dónde empezar. No recuerdo mucho acerca del País de las Maravillas, mas sí acerca de lo que encontré A Través del Espejo. Digamos que mi sueño se divide en dos partes: "entrada y salida" y "entrada y salida"; si en la primera "entrada" iba siguiendo a un misterioso conejo blanco, pues no lo sé; pero sé que fue lo primero que vi al entrar allí: a la Alicia incorrecta.

Un ganso vestido de traje azul, parado frente a una señora de apariencia singular había traído a una Alicia consigo.

-Esta es la Alicia incorrecta. -dijo la señora con el cuello estirado, a lo que el ganso contestó:

-Sé que está algo obesa para ser la Alicia correcta, pero es todo lo que he podido encontrar. -Y señaló tras de sí a un par de más Alicias incorrectas, todas de vestido azul, delantal blanco y un gigantesco moño negro; entre las cuales había una de ojos completamente negros sostenidos por unas ojeras hundidas.

Estaba parada en un amplio valle de un verde vibrante, donde no muy lejos empezaban a distinguirse árboles en todas sus tonalidades, desde un verde bandera hasta un chirriante color limón.

El transcurso, así como la "salida" de mi primera parada en el País de las Maravillas, no las puedo mencionar por la misma razón de antes: no me acuerdo, a pesar de lo mucho que me esfuerce.

La forma en que atravesé el espejo es algo aún lúcido en mi mente.

Seguía en ese lindo valle con algunas otras criaturas cuyos rostros son borrosos para mí ahora; llegamos a una parte donde los árboles en lugar de tener tronco redondo eran absolutamente planos, tan planos como una hoja de papel, pero con toda la textura y la estatura de un árbol real. Esos árboles tenían trazadas puertas en distintos tamaños y para poder abrirlas había primero que elegir por cuál se quería cruzar y cortar después su contorno. Una muy amable criatura me ayudó a cortar mi puerta escogida, una rama del árbol se sacudió y estiró hacia mí para rociarme un líquido negro y viscoso en ojos y boca. La rama tenía el rostro de una anciana. Acto seguido pasé el umbral junto con un pequeño grupo.

El valle se veía exactamente igual, sin en cambio nuestra apariencia se había modificado. Uno de los del grupo carecía de rostro y en su lugar llevaba una extraña cabeza lisa parecida a una paleta/dulce marrón. Cerca de ahí había una escultura de helados con cono de galleta y bolas de algodón de colores, adornadas con dibujos, estos estaban derretidos unos encima de otros y ahí nos pusimos a buscar la cara perdida de nuestro compañero. Él la halló, otros hallaron también algunos de sus miembros, en especial recuerdo haber visto unos brazos verdes; se me ocurrió probar el algodón del helado, ¡Jamás en mi vida he saboreado algo tan delicioso!

Caminamos un tramo y nos topamos con una graciosa casa de madera pintada de diversos colores. Entramos, percatándonos en unos segundos de que habíamos llegado a una fiesta sin invitación. Mesas largas llenas de comida que no me atrevería a probar cubrían los corredores, la habitación que contemplé mayor tiempo era muy pequeñita, con escaleras que subían hacia todas partes y con estantes llenos de libros anchos iluminados por el sol que entraba por la ventana de arriba.

Me esperé un rato en aquella habitación, viendo niños subir y bajar por las escaleras, pero de cualquier modo, alejándome un momento de esa fiesta de locos en el salón principal. Me preguntaba por qué habría entrado de esa forma en el espejo cuando el libro mencionaba una mucho más práctica...

-¡Oye! -le dije a una personita que se sentó en frente de mi. -Sé que estoy soñando, pero estoy totalmente consciente de estar en el País de las Maravillas, ¿me entiendes? estoy dormida, pero podré recordar todo este sueño cuando despierte, porque estoy consciente en este momento.

-Eso no es verdad. -Me contestó de manera algo burlona. -Sólo estás consciente porque estás llegando al final de tu sueño.

-¿No nos podemos quedar?

Y sacó una charola de cristal con una cuadrada tarta azul cortada en rebanadas. Me entregó una y luego se fue. La dejé ahí, sin probarla y decidí seguirla al salón principal.

En el salón ya todos habían puesto sus sillas en círculo y escuchaban atentamente a una señora de rojo (de quien vi solo la espalda) con un micrófono; al parecer estaba haciendo preguntas y entregando premios a quienes mejor contestaran. 

-¿Cuál es la mejor manera de comer pepinillo? -gritaba con entusiasmo, a lo que una niña alzó la mano y respondió:

-Chocolate con chocolate, pepino con chocolate y chocolate con pepino.

La multitud aplaudía estrepitosamente.

-¿Cuál es la comida más deliciosa que pueda haber? 

Muchísimas voces daban opciones curiosísimas, pero la ganadora fue:

-¡Los libros! -Y la muchacha se metió a la boca un centenar de libros en fila, el público se puso aún más loco (si eso era posible) y la señora de rojo no paraba de aventar obsequios.

Un libro con el título "Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a Través del Espejo y lo que Encontró Allí" rodó hasta mis pies. Yo no lo tomé, lo tomó la misma personita que me había dado la rebanada de tarta, a un lado de ella todavía permanecía la charola. La miré, sonreí, recordé que ella me había ayudado a cortar la puerta del árbol y le dije aliviada:

-Antes creía que el País de las Maravillas era un lugar aterrador, ahora me parece divertido.

-Es divertido. -agregó, cuando de repente se apagaron todas las luces.

En el centro del salón la admiré, era Alicia. Tomó un micrófono en su mano y entre las sombras brincoteó como caperuza, narrando su historia con el tono de voz demasiado acelerado, no podía entendérsele. Apreté fuerte a mi personita en un extraño intento de abrazo, ocultando mis ojos tras su suéter y sintiendo un escalofrío terrible recorriéndiome logrando a su vez que mi respiración se alterara y se intensificara más y más.


El moño negro rebotaba sobre su larguísimo cabello amarillo, el brillo azul de su vestido sobresalía en la oscuridad, pero jamás le vi el rostro ni supe si era o no la Alicia correcta, sólo esperé apretujada en ese suéter a que las luces se volvieran a encender, a que Alicia se fuera y mi respiración regresara a la normalidad.


Pasó todo lo suficientemente aprisa y cuando al fin me despegué de ella me miró severa y dijo: "Es hora de irnos." Asentí con la cabeza y apresuré el paso para salir del salón, sin embargo... me faltaba una cosa por hacer.


No podía irme así nomás, no al menos hasta haber probado la azul tarta. Corrí hasta la habitación del librero y encontré mi rebanada con mordiscos, no me importó ni un poco y me la metí a la boca. ¡Pum! crecí unos centímetros, mi cabeza casi llegaba al techo; intenté comer un poco más. ¡Puuum! me di un topón en la cabeza y entendí que eso sería muy peligroso, si mi cabeza atravesaba el techo de seguro dolería, por lo que subí las escaleras hasta llegar al segundo piso, pretendiendo atravesar el piso con los pies y no el techo con la cabeza. 


Ese segundo piso era bastante peculiar. Dos o tres libreros, sillones alargados en tonos rubí con detalles dorados, algo así como el estilo victoriano; también había un piano y dos sujetos sentados frente a una mesa bebiendo, frente a mi -y he ahí lo interesante- un hombre vestido de militar delante a un gran ventanal me miraba con extrañeza. 


-¿Qué cree usted que pasaría si me como toda la tarta? -le pregunté.  


-Bueno -empezó a decir con un aire de intelectual- seguramente traspasarías la casa por arriba y por abajo, eso sería muy incómodo para ti, porque la casa quedaría en tal ángulo que colgaría de ti como un vestido.


Miré al hombre unos segundos más y me atraganté con la tarta sin hacer otra pregunta. Creo que también debería mencionar que su sabor no era en lo más mínimo esplendoroso, sabía medio a crema y a mermelada de mora nada más. 


Traspasé la cosa como el hombre predijo y me sacudí un poco por el estirón. Podía divisar el valle entero y necesitaba más tarta para crecer cuanto quería. Metí mi mano por una ventana y tomé al hombrecillo por los pies, le vacié los bolsillos y ¡Nada!, después hurgué en unas cajas del segundo piso y sólo hallé dulces de coco. Caminé enfadada, con los puños apretados y la casa colgando hasta que... hasta que desperté.


Esa fue la primera vez que visité al País de las Maravillas, no voy a conseguir olvidarlo nunca. Esto pasó unos días atrás y aún ese sueño no sale de mi mente. Lewis Carroll nos dejó un mensaje claro y aterrorizador: Él no inventó el País de las Maravillas como se supondría lo hace un escritor, él lo soñó durante años y durante esos años la historia se escribió por sí misma.


Mi sueño "maravilloso" fue por la tarde, entre 5:00 y 8:00pm... por otro lado, a eso de las 11:00pm ocurrió algo más. Pero eso lo dejaré para otro día. Dulces sueños.



lunes, 15 de abril de 2013

Formas de Amarte

Como era costumbre, me revolcaba en mi soledad sin poder dormir, sin poder siquiera cerrar los ojos un minuto; seguí así por casi una hora hasta darme por vencida y tomé un post-it de mi cajón junto con un bolígrafo. Escribí mientras me duró la vida.

Amanecí al día siguiente como con 6 papelitos pegados en mi cabecera, contenían las formas en las que te puedo amar, te sé amar, te quiero amar... te amo ahora. Al final quedó así, como el rasguño del amor que te he tenido, la sombra parcial de mis desvelos.     







Formas de Amarte




Te amo... ¿lo sabías?

como el céfiro ama a las calles solitarias
y la lluvia a los peldaños que acaricia.

Te amo como los ojos al llanto

y la boca a los besos,
como las aves al vuelo...
y la locura a la risa.

Te amo como se le ama al sol y a los amaneceres,

como te ama la noche en la sequedad del silencio.

Te amo mientras perdure mi tinta,

y si no se acaba el "por siempre",
nuestro "por siempre" dura hoy
nuestro hoy renace en las mañanas. 

jueves, 11 de abril de 2013

La Importancia de Tener un Mejor Amigo

Estoy para ti:

Los 365 días del año,

las 24 horas del día,

estando despierto o soñando,

estando en mi vida o fuera de ella,

para reír o llorar,

para vivir o morir,

en el silencio y la música,

en las madrugadas y las tardes nubladas,

bajo el mismo cielo o sobre diferentes tierras,

para guardar secretos,

para pasar el rato,

para escucharte o callarte la boca de una vez,

para darte un beso si lo necesitas,

apretar tu mano en el dolor,

apretar tus mejillas en la dicha;

estoy para ti por sobre todas las cosas,

estoy para ti,

quieras o no quieras

y contra tu voluntad si es necesario.


miércoles, 10 de abril de 2013

Los Habitantes de la Montaña de Cristal

Mi mejor amigo me sorprendió con esta historia, me enamoré de ella y quiero compartirla contigo. 

Sugerencia: Si la lees de noche y con la ventana abierta, siete sombras descenderán en tu regazo y serás abrazado por sus alas de tiniebla, oliendo los restos de sangre nauseabunda. Y si la lees antes de dormir... tu sueño próximo se llamará Virginia.

Sin más, he aquí:

Los Habitantes de la Montaña de Cristal
Edward Towers Kelevra


Érase una vez un hombre, que tenía siete hijos y deseaba enormemente una niña en su hogar.

Intentando por mucho tiempo, logró al fin su cometido, había nacido Virginia. Era preciosa, tenía el cabello negro, ojos grandes y una piel muy blanca. Y por supuesto, tenía ese lunar en la punta de la oreja derecha, que caracterizaba a la familia desde muchas generaciones atrás.

La alegría de los padre fue enorme, pero la niñita era tan pequeña y delicada que parecía que iba a morir muy pronto.

Los padres se apresuraron y decidieron que debía de ser bautizada, y por su extrema debilidad debería ser en casa.

El padre envió a sus hijos a buscar agua a un lago cercano, pero en el viaje rompieron la jarra de barro, cayó al suelo, hecha trizas y sólo pensaban en su hermana.


Ninguno de los hermanos se atrevía a regresar, ninguno de ellos sabía que hacer, estaba en sus manos si la hermana iría al infierno o no.

Viendo que no volvían, su padre comenzó a enojarse y a ponerse impaciente, y se preguntó:

-¿Acaso esos idiotas se pusieron a jugar? ¿No ven el peligro que esta corriendo su hermana?

La niña parecía casi sin vida, y el hombre tenía mucha ansiedad, el tan solo pensar en la muerte de Virginia era devastador, pero que muera sin bautismo era imperdonable. Muy enojado grito:

-¡Ojalá esos malditos niños se volvieran cuervos!

Apenas había pronunciado estas palabras, cuando oyó a una parvada de cuervos sobre la casa y, mirando hacia arriba vio siete enormes cuervos negros, como los restos de la leña quemada, que volaban alrededor de la casa, como si asecharan a la presa.

Después de unas horas, los siete peculiares cuervos se marcharon, para jamás volver.

Los pobres padres no pudieron borrar la maldición y estuvieron tristes durante mucho tiempo, por una gran perdida.

La encantadora Virginia se esmeraba mucho en alegrar a sus padres, cada día crecía más fuerte, más linda y más bondadosa. Si bien ella sabía que sus padres no eran felices, ni se le venía a la mente la verdadera naturaleza del problema.

Ella nunca supo que alguna vez tuvo hermanos, sus padres tuvieron mucho cuidado de no nombrarlos delante de ella.

Sin embargo, cierto día en la aldea, oyó a unas personas que decían, refiriéndose a ella:

-Ciertamente la niña es hermosa y encantadora; pero la verdad es que ella es la culpable de la desgracia de sus hermanos, de esa terrible maldición.

La pequeña, muy desconcertada, enfrento a sus padres para que le contarán la verdad. Ellos accedieron y le dijeron todo.

Hecha un mar de lágrimas, decidió aventurase y liberar a sus hermanos de la terrible maldición. Esa noche huyo de casa, llevándose consigo solamente; el anillo de bodas de su madre, una hogaza de pan, una jarra de agua, una manta para no pasar frío y un cuchillo, uno nunca se sabe cuando se necesitará.

Con gran entusiasmo se dirigió a los confines del mundo, sin embargo no lograba encontrarlos. Así qué decidió dirigirse al sol, pero éste era terriblemente caluroso y molesto, él no quería decir nada. Él simplemente, devoraba niños.

Muy asustada se dirigió a la luna, pero ella era muy fría, y no respondía claramente, tal vez era solamente desconfiada.

Sin obtener nada se marchó apresuradamente a la oscuridad de la noche, y le preguntó a las buenas y amables estrellas si no sabía del paradero de sus hermanos.

La estrella de la mañana se levantó y dándole un hueso bastante extraño le dijo:

-Los que buscas se encuentran en la montaña de cristal, pero sólo con este hueso, podrás abrir las puertas de la montaña.

Virginia tomó el hueso la envolvió en su manta azul, y se dirijo lo más rápido que pudo a la montaña. Justo antes de llegar, un lobo la intercepto y le arrebató su manta, los lobos también tienen frío. Ella solo corrió despavorida a la montaña, olvidando por completo, que en la manta traía el hueso.

-¡Por fin!

Exclamo la pobre Virginia.

Exhausta, había llegado a su destino. Se acercó cuidadosamente a las enormes puertas del maravilloso recinto.

De pronto se dio cuenta que no tenía el regalo de la estrella :

-¡Demonios! ¡¿Cómo pude olvidarlo?!

Dijo muy enojada.

Pronto se le ocurrió algo, saco el cuchillo que traía, vio fijamente la hoja y se cortó el meñique hasta dejarlo tan delgado y fino, que pudiera atravesar el agujero de la cerradura y así abrir la puerta.

Una vez dentro, se encontró con un gnomo, bastante gruñón, por cierto. Que al verla le dijo:

-¡¿Qué hace usted aquí señorita?!

-Busco a los siete cuervos, necesito verlos.- respondió ella.

El gnomo replicó:

-Mis amos los cuervos no se encuentran en casa, pero si quieres esperar hasta que vuelvan, esta bien.

Mientras tanto, el gnomo preparó la cena para sus amos los cuervos, siete omelettes de duende en siete platitos, con siete copitas de sangre de niño fresco.

La hermana, muerta de hambre y sed, decidió comer y tomar un poco de cada uno de los siete platos y copas que estaban en aquel comedor, ella pensaba que no de darían cuenta de nada. Un poco atolondrada por la peculiar bebida arrojó sin darse cuenta el anillo de su madre en la última copa, para después caer al piso como un costal de legumbres.

De pronto se oyeron chillidos y aleteos por los aires; azotaron fuertemente las puertas de la entrada y se posaron rápidamente en el comedor, estaban muy hambrientos.

Pero uno de ellos se percató de algo muy inusual, a su omelette le hacía falta un pedazo. ¡Tenía una maldita mordida! Y ya le habían dado un sorbo a su elixir.

El Cuervo grito:

-¡Joaquín! ¡Ven inmediatamente!

El gnomo muy apresurado y consternado pregunto:

-¿Qué le ocurre mi amo? ¿Todo esta bien?

-No Joaquín, no está bien. Alguien ha comido y bebido de nuestros alimentos. ¿Cómo es posible? ¿Dejaste entrar a un intruso?- el Cuervo cuestiono.

El gnomo sin más remedio delato a la niña y le mostró su ubicación a los cuervos.

-Muy bien Joaquín, por lo menos enmendaste tu error, con carne fresca.- Dijo el Cuervo.

Virginia se levantó y vio siete cuervos alrededor de ella, ellos mantenían su mirada fija, como si estuvieran esperando algo.

Rápidamente el Cuervo más grande pronuncio lo siguiente:

-La carne de las niñas es mejor, más digerible y suave. No podemos dejarla ir. ¡En el cuello sale mejor la sangre! ¡Vamos por ella!

A continuación Virginia es atacada por siete cuervos hambrientos, llenos de oscuridad y maldad.

Destrozándole la cara, sacándole los ojos, comiéndosela viva, arrancándole cada uno de sus dedos y bebiendo su sangre...

Una vez terminado el festín decidieron seguir la fiesta, cada uno de los cuervos tomo su copa, del comedor y con su famoso elixir aún en ellas, el Cuervo mayor dijo:

-Hermanos muchas gracias por acompañarme un día más, espero que esta fiesta inesperada nos una aún más, para completar nuestra tarea principal: ¡Encontrar a nuestra pequeña y amada hermana!

Ella es la única que nos puede salvar de esta maldición.

Dando un gran sorbo a la bebida espirituosa, uno de los cuervos se percató de algo anormal en su bebida. ¡Era el anillo de su madre!

-¡¿Qué es lo que acabamos de hacer?!

Les grito a los demás cuervos.

Todos corrieron a ver los restos de aquella "¿Extraña?" Mujer.

Entre lo que quedaba de Virginia encontraron su oreja derecha, que por supuesto, tenía el peculiar lunar en su punta.

Se dice que aquello que cometieron los Cuervos fue tan grave, que hizo que se derrumbara la montaña de cristal, y que solamente la existencia actual de Virginia es capas de romper la maldición, salvar la maldición y devolverle la vida a la montaña, pues en ella existe un secreto aún más valioso.

Pero eso es otra historia...


Ed Towers Kelevra

lunes, 8 de abril de 2013

Cuando No Se Va a La Escuela

La tecnología me odia un poco. Celulares, computadoras, i pods, tabletas... todo parece descomponerse cuando está en mis manos y no hubo excepción en estas dos semanas; sencillamente -a pesar de que hubiera buena conexión- mi laptop se empeñó en hacerme las vacaciones aburridas, empezando por no cargar si quiera el blog.

Los pasados quince días leí dos libros, hice ejercicio, jugué con mi hermano, vi las dos primeras temporadas (completas) de "Hora de Aventura" y "Los Jóvenes Titanes", escribí, vi unas seis películas, me paseé por una galería de arte, estuve con mi familia, tuve aventuras medio graciosas, concluí varios pendientes, escombré mi cuarto, me enfermé, sigo enferma, escuché música que no conocía, molesté a personas por Internet, me enamoré, soñé y anoté esos sueños, jugué videojuegos, entré a un bazar hindú...

¡Vaya! que productiva puede ser la vida cuando no se va a la escuela.