martes, 22 de abril de 2014

Seré Curiosa

Seré Curioso

Eduardo Galeano


¿Por qué se identifica a la coca con la cocaína?

Si tan perversa es la coca, ¿Por qué se llama Coca-Cola uno de los símbolos de la civilización occidental?
Si se prohíbe la coca por el mal uso que se hace de ella,
¿por qué no se prohíbe también la televisión?
Si se prohíbe la industria de la droga, industria asesina,
¿por qué no se prohíbe la industria de armamentos, que es la más asesina de todas?

¿Con qué derecho los Estados Unidos actúan como policías de la droga en el mundo, si ese país es el que compra más de la mitad de las drogas que se producen en el mundo?

¿Por qué entran y salen de los Estados Unidos las avionetas de la droga con tan asombrosa impunidad? ¿Por qué la tecnología modernísima, que puede fotografiar una pulga en el horizonte, no puede detectar una avioneta que pasa ante la ventana?
¿Por qué jamás ha caído, en los Estados Unidos, ni un solo pez gordo de la red interna del tráfico, aunque sea uno solito de los reyes de la nieve que operan dentro de fronteras? 

¿Por qué los medios masivos de comunicación hablan tanto de la droga y tan poco de sus causas?

¿Por qué se condena al drogadicto y no al modo de vida que multiplica la ansiedad, la angustia, la soledad y el miedo, ni a la cultura de consumo que induce al consuelo químico?
Si una enfermedad se transforma en delito, y ese delito se transforma en negocio, ¿es justo castigar al enfermo?
¿Por qué no libran los Estados Unidos una guerra contra sus propios bancos, que lavan buena parte de los dólares que las drogas generan? ¿O contra los banqueros suizos, que lavan más blanco?
¿Por qué los traficantes son los más fervorosos partidarios de la prohibición?

¿No favorece el tráfico ilegal la libre circulación de mercancías y capitales? ¿No es el negocio de la droga la más perfecta puesta en práctica de la doctrina neoliberal?¿Acaso no cumplen los narcotraficantes con la ley de oro del mercado, según la cual no hay demanda que no encuentre su oferta?

¿Por qué las drogas de mayor consumo son, hoy por hoy, las drogas de la productividad? ¿Las que enmascaran el cansancio y el miedo, las que mienten omnipotencia, las que ayudan a rendir más y ganar más? ¿No se puede leer, en eso, un signo de los tiempos? ¿Será por pura casualidad que hoy parecen cosa de la prehistoria las alucinaciones improductivas del ácido lisérgico, que fue la droga de los años setenta? ¿Eran otros los desesperados? ¿Eran otras las desesperaciones?


"Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Eduardo Galeano. 2012. pag 134-135   


  

jueves, 17 de abril de 2014

En el Desván de Maravillas

¿Y si me sueñas?,
¿y si te sueño?, 
¿y si soñamos juntos?

¿Y si armamos nuestro desván de maravillas?, donde la orquesta de tu corazón no tenga por qué detenerse, donde ni el futuro ni el ayer existan y el día más bello de todos sea el de hoy. ¿Y si en él inventamos nuestro propio lenguaje? uno que no olvide que los besos hablan, que las cosas se hacen para decirse solas; uno que prohíba las promesas. 


En nuestro desván no cabrían todas las definiciones de amor, sólo las que concordaran en que el amor es amar... y ya. Pero habría espacio para todas las estrellas, porque nunca se han contemplado lo suficiente. 


Recubriríamos sus paredes con espejos pulcros, sin distorsión alguna por estereotipos sociales, para que no vuelva a engañarnos nuestra piel. En la entrada colgaríamos un cartón con ciertas reglas, donde 'valentía' se escribiría con letras mayúsculas. Y en la ventana pasarían mil doscientas blancas lunas, para curar los lunares que dejaron las lágrimas.


La magia pasaría a ser parte de lo cotidiano, como lo ha sido siempre, pero ahora nos daremos cuenta. Pasaríamos a ser parte de la fantasía, para entender que la vida y la muerte son la misma cosa y por fin tendríamos la libertad de ser.


La risa se convertiría en virtud, el silencio en música. Nadie esperaría ni extrañaría nada porque se viviría por instantes y no por años. Y al entrar en ese desván viejo, desvencijado, sin cortinas, se ganaría el derecho para arder, llover y suspirar, y todo aquel que entrase creyéndose cuerdo, sería el loco.


Y todos, absolutamente todos en nuestro desván de maravillas estaríamos desnudos del alma, porque no habría miedo.


¿Y si me sueñas?

¿y si te sueño?
¿y si soñamos juntos?



jueves, 10 de abril de 2014

Masoquismo

De pronto caí en la cuenta de mi soledad. Leía tus cartas con una voz sin voz, porque no fui capaz de recordar la tuya. De todos los hombres que han estado en mi vida, ninguno se ha sabido quedar. ¿Quién soportaría algo tan perturbado, tan aterrador, tan ligeramente bello?

Te conté que desde mi casa la luna tenía más brillo y solía asomarse a deshoras, te conté que lo que escribía era mitad sueño y mitad pesadilla. Cuando finalmente conociste mi mundo me hiciste saber que estaba lejos de lo fantástico, que estaba roto... igual que yo. Te conté que nunca padecía de frío y que detestaba el calor, tanto como detesto tu sarcasmo, tu atrevimiento, tu afán, tus ganas de irte y no volver. Asomé mi cuerpo por la ventana, para fumar entre luces azules, con la desnudez y palidez de mi cuerpo colmada de maldiciones. Mis demonios jamás se irán, este escalofrío será mío por siempre.

Me marea pensar en ti. De nada sirve seguir negando lo evidente: te amo. Desde que te conozco duermo menos y me ido acostumbrado a ya no pintar retratos y dibujar bodegones con lo mucho que los odio. Yacen un cigarrillo tras otro, decoran mi llanto ilegible, mudo, ahogado con las asperezas de mi respiración. Me suelto el cabello, estoy sin sábanas y sin un colchón y con la más terrible de las melancolías.

Detesto esa forma que tienes de acelerar mi corazón, detesto esa forma tuya, única, de estremecerlo todo. Detesto que mientras más escribo, buscándote en las comisuras de mi vida, cuando más espero otra carta tuya, desaparezcas. No es la primera vez, no es la última; estoy acostumbrada a tu deseo de mí por intervalos, tan largos como mi penuria. (Bésame en la boca, me desvanezco). ¿Recuerdas cuando escuchamos música?, de esa que no te gusta oír, de esa con magia. He acompañado tantas de tus noches, en aquel sofá desvencijado, de terciopelo, el único en la habitación. El mundo destruyéndose afuera y yo aquí, hablando de amor sin pausas, porque tú, mi tragedia, embelleces mi mundo. La verdad es que estoy atada al masoquismo. 

Por si te lo preguntas no eres mi primer suicidio, estoy enamorada de la muerte lenta. Ya me habían hablado antes de ternura, de estrellas, de cuentos de hadas, de la locura, del erotismo y de muchas otras perversiones. Habían citado antes mi cintura, el lunar en mi oreja, mis labios, mis máscaras; pero la diferencia es, cariño, que en ti las cosas suenan más sublimes, con otros tintes, bajo otras pinceladas. Eres un artista. Mi oscuridad no acaba nunca, menos si se trata de ti. Porque tus ojos me dibujan, a mi cabello tiñes de negro, negra es la tinta de nuestras almas; eres triste. Si hay algo que a mí parecer es hermoso, es la tristeza.

Si hay algo que a mí parecer es más hermoso todavía, es la soledad. Mis soledades siempre se han caracterizado por ese sabor a café sin azúcar, como a mí me gusta, bebido en madrugadas estériles; por las pasiones ininterrumpidas y las danzas suaves, por el miedo que le tengo a mi propia existencia y la lucha ciega para no dejarme morir. Si otro nombre tiene mi soledad es el de deleite; deleite por el olvido, por los cielos nublados, por el dolor, por las risas a carcajadas, por cada instante transcurrido. ¿Quién soportaría la compañía de una mujer sumergida en eternidades?

No es la única ocasión en la que me llaman niña, pero ocurre siempre (¡y te lo digo con reproche, con más pesadez de la que aguanto!) que es por temor a reconocer lo irreconocible; que soy más fuerte que los días lluviosos y más valiente que las cicatrices que llevo conmigo, que aunque traigo el corazón oprimido y en pequeños trozos, cuento con más coraje que el tuyo. Si vivo en sueños no es voluntariamente, es una cuestión de mi naturaleza. Si vienes a mí que no sea con disculpas, ni con la hipocresía de las rosas; sólo ven, no me digas nada.

Se me ha dormido ya el rostro.  Se te han acabado a ti las excusas. Las excusas me las sé todas; la distancia, la edad, el desapego, la falta de tiempo, la inconstancia y otro cúmulo de estupideces. La más grande de las tuyas, corazón, es el cinismo, ese que tanto adoro, el que acompaña tus expresiones faciales de banalidad, el arqueo de tu ceja cuando tengo la ocurrencia de ser. Jamás has soportado que sea, ni en mis baños de espuma con el agua hirviendo, ni en mi estado libre, salvaje, lleno de vehemencias y mucho menos en mis injurias de espejo.

La realidad es que con todo y con nada, así te quiero. Voy amándote por el movimiento de tus manos, por el sufrimiento ocasionado por tu ausencia, por tus repentinas apariciones en mi delirio, aquel cansado de las cuerdas flojas, que no atan ni desatan, sólo tientan. La última vez que te vi, admitiste amarme también, pero demasiado pronto o demasiado tarde porque nuestros destiempos y el caos de nuestras vidas no permitían tu goce total. Desde entonces escribes, en impredecibles meses hasta que he decidido, amor, llamarte Noviembre, por tus sombras, tu inestabilidad y desasosiego. Tienes esa capacidad de enloquecerme, de deshojarme, estés o no estés, a tu lado y en tu silencio. Noviembre mío, te amo, te pido amarme, dejarme amarte, así, como hasta ahora lo has hecho, como ir pintando un lienzo.    
    
El mundo destruyéndose afuera y yo aquí, hablando de amor. Pensé que había construido una mejor forma, una más libre de amar; pero no, construí una más dolorosa. Porque fue peor darte la libertad para irte, para no llamar, para no escribirme, para no verme si en tu interior no nacía tal ose dichoso; fue peor darte la libertad de elegir... y que al final, no me eligieras. Porque tú bien sabes que cuando te decía "eres libre", murmuraba "escógeme, libremente".

Reitero en mi naturaleza; odio los compromisos obligados, los tratos pre-establecidos, las ataduras y las estructuras trazadas por la sociedad que me rodea. No soporto el hecho de la no espontaneidad, de la mecanicidad y la monotonía. Repudio las definiciones austeras porque me gusta erigir mi propio lenguaje, uno sin límites, sin convencionalidades. No había nada que hacerle, así soy, así somos, carezco de preámbulos y no habría podido conformarme con tomarte de la mano, sonreírnos y amarnos de esa forma que ya fue escrita.

Cómo sufrí al pensarlo esta mañana; pero yo he elegido libertad y amor en un conjunto utópico, y tú has elegido, ante mi propuesta, la sensatez de huir de esta mujer loca.



Atardecer y Flores
por: Violeta Carrasco Jiménez

jueves, 3 de abril de 2014

Spring Rain

Kiss me, you´re my spring rain. 
Tear me, I´m your spring rain.
Touch me, again and again
Feel us under wet days.

All your broken promises 

lie under my lukewarm mouth
and the flowers die
by the touch of drops.

I´m ready for your spring rain love.