martes, 20 de diciembre de 2016

Estaciones

Estaciones


Enero: mis sentimientos dejaron de rozar tus brazos.

Febrero: ya no haces que se pare el tiempo. 

Marzo: las lágrimas transmutaron en hojas de papel.

Abril: he dibujado cada uno de tus rasgos. 

Mayo: eres indeleble.

Junio: desvaneciste. 

Julio: no es justo que te vayas.

Agosto: habla, que me pierdo. 

Septiembre: por siempre conservarte.

Octubre: tu sonrisa se enganchó en mi voz. 

Noviembre: siento tu abrazo en el viento.

Diciembre: necedad. 



Violeta Carrasco


Álex Alemany

martes, 1 de noviembre de 2016

Leonardo Da Vinci y la fuente del genio

Leonardo Da Vinci y la fuente del genio

Por

Violeta Carrasco Jiménez


El renacimiento, vanguardia de los siglos XV Y XVI e iniciado en Italia, fue la transición de la Edad Media durante la cual de los terrenos del arte y la ciencia (principalmente) surgieron grandes exponentes; entre ellos, Leonardo di ser Piero da Vinci.



“La connotación de retorno a la antigüedad que se asocia al humanismo no debe entenderse como repetición del pasado, sino como reactivación y desarrollo de las actividades y talentos que los antiguos poseyeron y ejercitaron.” (Racionero) Así, Leonardo fue afortunado de nacer en una época donde las cualidades más apreciadas eran el refinamiento en el gusto, la soltura de modales y gracia en el movimiento, el valor, la fuerza física y destreza; el conocimiento de los clásicos, la historia y filosofía; una sensibilidad desarrollada para la música, pintura, arquitectura y escultura, así como el talento de reconocer lo raro y hermoso en libros, joyas, monedas y objetos antiguos.

La armonía de todos estos talentos debía realizarse de tal modo que se llevara con ligereza y se exhibieran sin pedantería ni esfuerzo aparente. La educación se concebía más en el sentido orgánico de crianza que en el informático de instrucción, porque el ser instruido no confiere gentileza. La gentileza no dependía de conversación agradable o vestuario sofisticado, sino de toda la persona. Los ejercicios intelectuales que servían para formar el carácter y desarrollar cualidades morales eran los clásicos literarios, poesía, retórica, historia, ética y política, junto con las matemáticas que revelan las armonías del hombre y la naturaleza. (37)

“En el Renacimiento el hombre inventa su imagen y la realiza, y esta visión y deseo de excelencia es el Humanismo. Humanismo es cualquier filosofía que reconoce el valor y la dignidad del hombre, y hace de él la medida de todas las cosas.” (39) Leonardo Da Vinci estaba impregnado con el espíritu renacentista y humanista: despreciaba la mediocridad, ardía en deseo de cosas superiores y, puesto que podía alcanzarlas, dirigía todas sus energías para tenerlas. 

De este modo fue él congraciado por todo lo que ofrecía el Renacimiento, en un gesto inteligente se dejó inundar por su época, permitiéndole influir en su percepción de cada cosa. La naturaleza, que no era ya el paso hacia el cielo o el infierno, sino una madre deleitosa y terrible como todas las madres, (55) se volvió objeto de su fascinación. El hermetismo, proveniente del neoplatonismo helenístico, con base en el Corpus Hermeticum y el gnosticismo; (79) se transformó en su idioma.


De hecho, Da Vinci exploró diferentes áreas del conocimiento, de él nació el método científico moderno, ya tenía en mente la idea de la evolución y las leyes de Newton, fue precursor de la mecánica ondulatoria del siglo XX, conocía y practicaba la astrología, la fisiognomía, la cábala y, tal vez incluso la alquímia científica. Fue escenógrafo, músico, inventor y, por supuesto, pintor.

Logró su maestría pictórica al precio del esfuerzo, mejorando con el transcurso del tiempo y sus detalladas observaciones. (61) Cuando indagó en la teoría mecanicista, se encontró con que lo que dura son las sustancias como materia o electricidad; mientras que en la teoría morfológica, lo durable son estructuras de actividad: las células del labio se renuevan, la forma del labio perdura. (27) “La filosofía de la forma se centra en una búsqueda de unidad en la diversidad y continuidad en el cambio.” (27) Da Vinci utilizó ambos conocimientos, el mecanicista y el morfológico, para llevar a cabo sus pinturas. En ellas es notable la evolución del mismo Leonardo en tanto a sus obsesiones y nuevos descubrimientos.

Por otro lado, sobre la música pensaba que “La música es hermana de la pintura: ambas expresan armonías; la música en sus acordes, la pintura en sus proporciones” (77) Su arte, holístico, implicaba que cada una de sus obras contuviera una parte de sí mismo, de su saber y de aquello que contemplaba.

Un genio es y hace arte; lo osa todo. Su potencial humano es inagotable.  Vemos como la Providencia hace llover los más preciados dones; la vemos reunir sin medida en un mismo ser, belleza, gracia, talento, y llevar cada una de estas cualidades a una perfección tal que cada una de sus acciones es tan divina que sus cualidades aparecen, lo que son en realidad, como otorgadas por Dios y no adquiridas por la industria humana.  (41, Vasari en Racionero)

De este modo, utilizando como ejemplo la obra de Da Vinci, la Providencia, Vasari atribuye su genio a un don otorgado por Dios, como si la genialidad fuera nata y cuestión de suerte. ¿Es esta algo construido por las circunstancias?, en este caso, por el aire tan propicio que se inhalaba durante el Renacimiento; o ¿es acaso una voluntad de la naturaleza? Para distinguir los rasgos de genio en Leonardo, habrá que tomar cómo vivía y pensaba la belleza, la naturaleza y lo sublime.

En cuanto a su idea de belleza: “Al hablar de la belleza, explica que esta no puede residir en las dimensiones de las facciones porque vemos un mismo semblante, cuantitativamente bien formado, ensombrecerse hasta la fealdad cuando lo atraviesa una emoción de furia, rencor o espanto.” (53) Idea similar a la que poseía otro genio, pero de la literatura, Oscar Wilde: “La belleza, la verdadera belleza, acaba donde comienza una expresión inteligente. La inteligencia es en sí misma un modo de exageración y destruye la armonía de cualquier rostro. En cuanto uno se sienta a meditar, se vuelve todo nariz o frente u otra cosa horrible.” (Wilde)

En cuanto a su experiencia con lo sublime, descrito por Kant como una sensación de horror y placer entremezclados, era vivenciada en cada uno de sus descubrimientos, llenándolo de un gran miedo y deseo a su vez. “La sensibilidad orgásmica que Leonardo adquiere en sus relaciones con la naturaleza penetrará todas sus representaciones de ella, dibujos y cuadros donde fuerza y delicadeza, tensión y desfallecimiento, se unen, como en el coito, en un instante quieto.” (56)

Leonardo aceptaba la naturaleza como fin en sí misma; estaba abierto a sus estímulos y su capacidad de observación le facilitaba la recepción de datos, a veces minúsculos, sobre su funcionamiento y composición. Podría decirse, aún en términos kantianos, que llevaba a cabo una comunicación nouménica con ella, mediante la cual extraía su contenido y forma y a continuación los plasmaba en su arte. Cabe aclarar que, dentro de esta teoría, tras la comunicación entre un nóumeno y otro, la obra de arte pasará a tener elementos de ambos. (Carrasco) Para Racionero, esto se explica de la siguiente forma: “Toda energía consciente puesta al servicio de un trabajo, proviene y necesita de una energía que emana del lado oscuro de la mente; la motivación consciente nace y se alimenta de un correlativo subconsciente.” (57)

Sus pinturas tenían alma propia, los hombres terminaban enamorándose de mujeres que no eran reales. Entonces, una vez más ¿a qué propiedad le atribuimos su genio a Leonardo Da Vinci? Él era bien parecido, fuerte, generoso, tenía un porte encantador, era brillante y bello, persuasivo, cantaba maravillosamente,  era sereno, de aparente frialdad. ¿Pueden ser todas ellas cualidades del genio kantiano, don divino y natural?, ¿existen niveles de genialidad y este representa el más exaltado?


Lamento terminar este ensayo con más preguntas que respuestas.

Referencias:

Carrasco, Violeta. «¿Qué es el arte y qué se puede conocer a través de él.» Marabunta (2016). http://www.revistamarabunta.com/2016/03/13/que-es-el-arte-y-que-se-puede-conocer-a-traves-de-el/.

Racionero, Luis. Leonardo Da Vinci. Ed. Folio. ABC, 2004.

Wilde, Oscar. El Retrato de Dorian Gray. México: Editores Unidos Mexicanos, 2005.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Lo Divino, lo Sagrado y lo Profano

Nube Blanca, jefe y anciano de la tribu Sioux, era el encargado de la educación de los más jóvenes. Para darles raíces, les relataba historias de sus antepasados; para su crecimiento, los hacía mirar dentro de ellos mismos, buscando el contacto con la divinidad. Pronto, cuando sus estudiantes estuvieron listos, los llevó a ver respirar a las flores, y mientras las contemplaban, se formó un remolino de aire. El más joven lo señaló y dijo: "Miren, una manifestación de Dios". El remolino golpeó el tronco de un árbol, el estudiante cortó su madera y la talló dándole forma. La volvió sagrada.

Una mañana, mientras Nube Blanca enseñaba; llovieron flechas. Los Sioux fueron invadidos. Uno de los invasores que estaba saqueando las casas, se topó con la figura que había tallado el joven, y la hurtó. 


Muchos años más tarde, cuando la violencia ya se había disipado, la figura de madera era expuesta en un museo con una inscripción debajo: Estatuilla sagrada (Sioux). El joven estudiante, uno de los pocos sobrevivientes, era ya un viejo cuando regresó a su tierra y encontró aquel museo. Entró para recordar las enseñanzas de Nube Blanca y en su recorrido vio su anrigua figura Leyó la inscripción y dijo: "Mi figura ya perdió toda su belleza, no es ya sagrada,  la profanaron al exhibirla aquí."


Violeta Carrasco Jiménez 


El origen de la vida en la Tierra 
Thomas Sullivan

martes, 19 de julio de 2016

El pez de Edén

Tres veces ese mes, 
Edén, 
en vez de ser clemente, tener desdén. 
Tres veces ese pez, 
que Edén, 
en vez de merecer, tener; 
en vez de querer, perder. 

El pez bebé de Edén 
beber; 
perecer en el Belén. 

Goldfish
por: Zhang Peng



jueves, 14 de julio de 2016

Zafaduras

Antes Brucilda creía disparates, empeñándose ferozmente, guiándose hacia increíbles juramentos kantianos. Luego, menos necia, optó por quedarse riendo sobre todo, ufana, vanidosa, wagneriana. Xilofoneando, yació zafada.


jueves, 16 de junio de 2016

El Retrato de Dorian Gray y la genialidad de su autor

  

Basil Hallward, la representación del principio artístico en Oscar Wilde

por Violeta Carrasco Jiménez



Entre el aroma de las lilas, entre alfombras persas, el zumbido de las abejas y los espirales de humo de un cigarrillo opiado, yo me pregunto quién es Basil Hallward.


A pesar de los abrumadores aspectos psicológicos otorgados por Oscar Wilde en sus protagonistas (Dorian Gray, Lord Henry Wotton y Basil Hallward) el pintor es el más enigmático de ellos, de quien pocos se han atrevido a inferir o escribir porque la aurora mística del personaje sobresale desde la primera hoja, está en él la firma de Wilde ya que, como se sabe, El retrato de Dorian Gray (su única novela conocida) es un trabajo autobiográfico -aunque bien podría serlo todo arte-; el mismo Wilde dijo: “Basil Hallward es lo que creo que soy; Lord Henry lo que el mundo cree que soy; Dorian lo que me gustaría ser –en otras épocas, tal vez” (Letters, 352) 


Se afirman tres posibles representaciones del significado de Basil para Wilde: la homosexualidad y su secreta relación con Lord Alfred Douglas, un evento real suscitado con un artista en su pasado y su genio literario disfrazado bajo la habilidad de un pintor.

Por ejemplo, Hesket Pearson, autor de La vida sobre Oscar Wilde (1946) afirma que el poeta solía visitar al pintor Basil Ward en su estudio y “Uno de cuyos modelos era un joven de excepcional belleza…” Cuando el retrato estuvo terminado y el muchacho se fue, a Wilde se le ocurrió decir que era una verdadera lástima que criatura tan gloriosa tuviera que envejecer. El pintor le contestó: “Sería maravilloso si pudiera conservarse tal y como es mientras el retrato envejeciera y se marchitara en su lugar.” 

Tarsicio Herrera Zapién, en Las odas de Horacio e la novela de Wilde, menciona: “El pintor Basil está avasallado por el brillo juvenil de su amigo Dorian, del mismo modo que, en la vida real, el autor lo ha estado por la juventud de su amigo Lord Alfred Douglas.

Las tres propuestas mencionadas tienen su valides; en cuanto a mi hipótesis, esta radica en lo que la obra y el personaje dicen por sí solos, puesto que a través de la lectura sólo del primer capítulo de El Retrato de Dorian Gray asumo siquiera cinco simbolismos adjudicables a Basil:

1.- El sentimiento de frustración frente a la belleza.

2.- La incomprensión hacia su ideal de amor y su proceso creador.

3.- El principio artístico o la genialidad.

4.- El deseo de sufrimiento.

5.- La ambición. 




Para ilustrar tales simbolismos empecemos por recordar que Henry tacha a Basil de pretencioso, después de oírlo decir que “ha puesto demasiado de sí mismo” en el retrato y tras realizar la comparación, percatarse de la ausencia de semejanzas entre el semblante inteligente del pintor y el rostro de belleza griega de Dorian. El primer símbolo que adquiere Basil en la novela es el de “frustración”, puesto que “la belleza, la verdadera belleza acaba donde comienza una expresión inteligente” (18) Así evidencia Wilde la abismal distancia entre él mismo y lo hermoso de sus creaciones, al igual que el miedo a lo efímero de sus fuentes de inspiración.

Seguido a esto, Basil pasa de “frustración” a simbolizar la “incomprensión” que vivió el autor como artista: Henry (representante en la novela de cierto sector social inglés) interpreta literalmente aquello sobre poner demasiado de sí mismos en una obra; a diferencia de lo que Wotton cree, esto tiene un significado único y distintivo dependiendo del creador. Empero, la incomprensión no yace solamente en este punto, también en la idea de pesadez y sentir que tiene Basil hacia aquellos que poseen perfección física o intelectual, puesto que detrás de ello existe siempre algo trágico. Sus fuentes de arte eran así, trágicas y con grandes personalidades.

El sentimiento de incomprensión se extiende a lo largo de su obra, como si buscara explicarle a la gente aquello que no podría decir sin un personaje y una novela de por medio. De Igual forma, al recalcar: “Cuando quiero a alguien intensamente, no me gusta decir su nombre a nadie. Es como renunciar a una parte de él.” (19) se refiere al proceso artístico de Wilde, remarcando el momento en que un artista primero posee su obra, se envuelve en su secreto y la guarda recelosamente, para después embutirla en un fin artístico. 


Es bajo una pregunta muy directa de Henry, que Basil esclarece la verdadera razón del porqué no desea exponer el retrato en la galería, lo cual sería el trasfondo de todo el trabajo literario de Oscar Wilde; tanto la pintura como las letras revelaban el secreto de sus almas. Y dicho secreto se resume en la capacidad innata del artista para sentir cierto “llamado” por parte de sus futuros objetos de inspiración, cosas o personas poseedores de lo que Wotton etiquetaba bajo “personalidad” y yo renombraría como “personaje”; un llamado perceptible únicamente por los sensibles en tacto, vista, premonición, olfato, en sentimiento, en gusto; características de un genio.

El encuentro a continuación del “llamado” ocasionado por Dorian hacia Basil en el momento de conocerse, es descrito como una experiencia terroríficamente placentera y placenteramente terrorífica, planeada por el destino y fuera del entendimiento de la conciencia, algo inevitable en la vida del genio. El artista desfallece ante su obra maestra, sucumbe en el amor y sufrimiento que conlleva para al final morir, literalmente, en sus manos y por sus manos.

Basil ha pasado ahora a simbolizar un principio artístico o la genialidad en Wilde. Este encuentro es deseo del artista y del “personaje”, siempre sintónicos. El artista es capaz de sentir tales vibraciones o tal llamado en los objetos inanimados y hasta en los fenómenos naturales. Tampoco esto nada tiene que ver con la amistad, es más bien una clase de dependencia mutua una vez que el encuentro se ha dado. Ni debe confundirse con la homosexualidad del escritor, porque a causa de su delirante búsqueda por todo lo bello, se encuentre en donde se encuentre, todo artista podría catalogarse como “bisexual potencial”.

El retrato de Dorian Gray no propone un triángulo amoroso queer, sino que enseña las gamas del amor. El amor de Hallward hacia Gray, como el de Wilde hacia Douglas no es indispensablemente un amor sexuado; Basil no descubre a Dorian, Basil crea a Dorian quien, al lado de Alfred, posiblemente se unifica en la siguiente frase de Charles Bukowski, “Encuentra lo que amas y deja que te mate.” Suponiendo tal y como lo dijo Herrera Zapién, Dorian no es otro más que Alfred Douglas, y la razón, si bien hablamos de amor, que llevó a Oscar a su juicio final.

En cambio, la sutil influencia provocada por Dorian y la repercusión del “llamado” poseen niveles, son paulatinas no repentinas y se distinguen por la fascinación y el sufrimiento. ¿Qué si es simple idolatría? posiblemente, no lo desmentiré, porque acorde a la vida de Wilde cualquier cosa pudo ser un capricho, la verdad es que en la literatura como en la pintura o en cualquiera de las artes, cada uno ve lo que quiere ver y mi postura, aunque con bases, es personal. Temo que jamás se llegará a un acuerdo.

Por otro lado, esta lucha entre lo racional (Henry) y el romance (Basil) son el interior de ambas partes de la mente de un genio que discuten deliberadamente para toda la vida. Mi idea sobre qué representa realmente Basil Hallward en el trabajo de Oscar Wilde es firme, pero su cabeza es dispersa y violenta como la de cualquier genio o artista. Quizás, regresando a los símbolos, Basil signifique sencillamente “sufrimiento” o “deseo de sufrir” más que un principio de genialidad, porque es por voluntad suya que muere y se destruye, abraza la suela que aplasta su flor, es como si se esforzara en querer morir mientras Dorian se esforzara en querer matarle.

La contradicción no es tema en la obra de este escritor, lo es el contraste, la paradoja, dejando clara la visión de la complejidad de sus ideas y demonios. Irrefutablemente Basil, como Wilde, eran presa del Arte, así con mayúscula, como si tuviera vida propia y que, de un modo u otro, los conduciría irrevocablemente a su muerte.

A pesar de dicha afirmación, tras analizar de lleno la presencia del pintor en el primer capítulo, se me ocurre que debido a las referencias que se tienen sobre los caprichos de Wilde, la ambición pudo ser la única digna de mención en su obra. Basil pudo adquirir el símbolo de su “ambición artística”, lejos de un noble idealismo sobre ser artista, porque no sé en qué medida puede caber el amor en una novela a expensas de caer en la sátira y la crítica, de igual modo que desconozco de qué es capaz un escritor para camuflar su yo interno, que se esboza entre líneas tímidamente

La verdad sobre Basil Hallward seguirá siendo un enigma en todas las generaciones; habrá de comprenderse a Wilde no sólo como autor aclamado y pulcro en sus letras, ni como homosexual acusado y agraviado por la autoridad, tal vez sí como esteticista empedernido y dedicado plenamente a su oficio, tanto que dejóse pisar por la majestuosidad de la belleza, tal como lo hiciese Basil ante Dorian Gray, y que al fin y al cabo la majestuosidad del arte asesina siempre corazón y esencia del genio elegido.

Ergo, quedo sin conclusión concreta, deseando sólo que Wilde haya otorgado pinceladas sueltas al menos sobre lo que para mí sería la concepción de un artista pleno.





Referencias:

Paglia, Camile. Sexual Personae. 1990.

Wilde, Oscar. El retrato de Dorian Gray. Mexicanos unidos s.a, 1891.

(Letters, 352)3Leuers.p. 352. citado por P. Funke (1972): op.cit..

Hesketh Pearson. La vida de Oscar WIlde. Greenwood Press, 1978. Print.

martes, 7 de junio de 2016

Bajo la Lluvia

Había una vez, en el reino de los sueños, una joven encerrada en una misma pesadilla. No sabría decirles cuanto tiempo llevaba allí, puesto que en aquel reino no existe unidad de medida para tal; los sueños carecen de inicio o fin, se repiten en espirales. Y en esta, eternamente era de noche y eternamente llovía. La joven, de inocente apariencia, cargaba consigo un paraguas y paseaba sola, encontrándose ocasionalmente con criaturas del reino.

Hadas mortíferas solían ofrecerle regalos de su cultivo de flores para que adornara su cabello castaño. Todo aquello que crecía en el bosque, crecía muerto, por ende las flores siempre estaban marchitas. Cuando jugaba al escondite, lo hacía con su sombra; si tocaba a un duende, lo transformaba en piedra. Todos los árboles, secos, no le propiciaban ningún refugio para la lluvia; y era fácil perderse entre los senderos, todos se veían iguales, porque todos eran lo mismo.

De vez en cuando el silencio se rompía por horribles cantos provenientes de las arpías que custodiaban el cielo y moribundas aves en sus nidos. Un día, la joven halló a una de estas criaturas tendida sobre la hierba, cuando la vio sintió sincera compasión y el ave, agradecida, le cantó un poco. La joven, convencida de que si aún cantaba, podría volar, la arrojó al aire y le pidió que la llevara consigo. El ave la tomó de los brazos y con increíble fuerza la levantó del suelo. Ella soltó su paraguas.

La joven cayó asustada tras oír un terrible bramido atrás de ella. Se había alzado una luna roja y la lluvia ahora la empapaba. La figura de un caminante deforme estaba frente a sus pies. Con los ojos enardecidos hacia la pequeña que intentó escapar, aquel demonio sin cuerpo o forma tiró de unos hilos invisibles y la colocó a su altura. Sin posibilidad alguna de despegársele, ella danzó con él durante media espiral.

Tras un forzado baile para la diversión del demonio, la arrojó al barro, junto a su paraguas, dejándola inconsciente. ¡Oh, pequeña, pobre de mí!, llevo tanto viendo a esta historia repetirse y tú sigues siendo incapaz de volar fuera del bosque. La espiral del sueño se encoje y se extiende pero le es fiel a su narración. Despertarás con miedo, con la lluvia escurriendo de tu rostro, encontrándote ahí, en el siempre.



La joven, tras dormir sin sueño alguno, despertó empapada, abrió el paraguas y siguió caminando bajo la lluvia.


lunes, 23 de mayo de 2016

La Misión, 1986

“La misión” o “The mission” (en su título original) es una película británica del director Roland Joffé lanzada en 1986. Esta se sitúa en 1750 y los sucesos narrados fueron, según esto, completamente reales. La historia se centra en una misión jesuita sobre las cataratas Iguazú en las que residía una tribu guaraní, así como en el tratado que lidiaban España y Portugal para hacerse de esas tierras.


A pesar de que el soundtrack no fue completamente de mi agrado, debo decir que el Oscar lo tuvo bien merecido, porque su mensaje se cumple, se encara el pasado de una humanidad despiadada en la que no podía distinguirse a un animal salvaje de una persona, en el cual el mundo gira alrededor del dinero y el poder, valiendo más estos de lo que vale una vida, donde la masacre es justificada y el arrepentimiento no es opción. ¿Por qué de pronto esto comienza a semejarse con el presente?

La orden de los jesuitas era perseguida y juzgada por razones obvias; en un sitio así no caben el amor ni las utopías, porque verdaderamente el universo que estaban planteando, allí arriba en las cataratas, parecía perfecto, el ejemplo real de lo que significa “comunidad”. Pero la ambición del hombre corrompe, a tal grado que impide la contemplación de lo bello. La ambición llevó al hombre a esclavizar al otro, argumentando que así es la ley de la demanda; la ambición llevó al hombre a asesinar inocentes por creerlos animales… ¿quién terminó siendo el animal salvaje?

Por otro lado, a pesar de las bestialidades de los portugueses, la película muestra un lado que yo casi había olvidado que existe. El lado del amor y la caridad. Movió mi percepción sobre la Iglesia, cuya reputación ya se había ganado mi rencor e intolerancia, pero supongo que es cierto el tópico de que no todos son iguales. 

En conclusión, “La misión” muestra un contraste en el corazón de los hombres. Por un lado los jesuitas, con su voto de obediencia y su firme idea de que Dios es amor; por el otro, la clase alta de España y Portugal, más preocupados por sus asientos que por las cualidades humanas y para quienes cualquiera que no alabe el dinero debe estar compaginado con el diablo. Y muestra esa característica del ser humano que me enfurece, donde se castiga lo bueno y se ensalza lo vil, donde el poder está por encima de la verdad. ¿Será que todo aquel que beba un sorbo de poder irá a bañarse de ambición?

“Si la fuerza es lo correcto ya no hay lugar para el amor en el mundo. Y yo no tengo ánimos de vivir en un mundo así.”


martes, 17 de mayo de 2016

Thief

Were my dreams,

The peaceful silence,

The abundant kisses,

My body´s thought

My entire mind

What else can be stolen?

What else can be left?

-Waste- you told me

-I didn´t steal your waste-



lunes, 25 de abril de 2016

Dos de Lengua y uno de Política

En una ciudad de crimen y corrupción
un joven taquero en la política iba a entrar en acción,
cortaba apurado la carne el taquero
usando su gorro de palma y mandil de cuero;
con tortas y alambres llenaba las panzas
de todos aquellos con hambre de tranzas.

Puercos y ratas, todos a la vez,
cruzaban la calle por tacos de res;
uno bien trajeado pidió su guisado,
dejando su carro mal estacionado.

Miraba la carne, al taquero y la gente,
con ojos alzados casi indiferente;
de pronto el silencio del local rompía
la risa del taquero con gran alegría.

"Tenga cuidado, mi jefe, en no manchar su corbata,
que luego la prensa nomás le da lata",
a lo que el funcionario respondió:
"A mí no me manchan ni críticas ni revoluciones,
mucho menos la salsa en tacos de lechones."

De pronto, el momento incómodo se volvía,
pues todos en el local sabían que mentía;
el taquero, abusado, en el momento oportuno
anunció su candidatura contra el diputado en turno.

Y así, día tras día, los funcionarios comían
tacos y tacos fuera de la alcaldía,
mas todos al momento que la cuenta ordenaban,
escuchaban que el taquero su próximo cargo anunciaba.


Omar Feria

martes, 8 de marzo de 2016

El autobús

Helaba como sólo hiela en Apizaco, el frío y la prisa me obligaron a vestir saco y sweater, bufanda y guantes; por si fuera poco, cargaba una enorme mochila y una llamativa bolsa de mano café mientras corría hasta la parada de autobús. Siempre he encontrado peculiares sus olores, sobre todo con mi perruno sentido del olfato. Me huelen a polvo rancio y a como si estuviera escurriendo del techo una plasta de almas humanas. “Buenas tardes”, le digo al conductor, quien me responde con su chimuela sonrisa. Me acomodo en el primer asiento y dejo descansar mochila y bolsa a un costado.


En el espejo retrovisor veo a un hombre alto y muy delgado vestido de negro, se me figura a un alma atormentada, algo así como un buitre bien adiestrado para la convivencia social; es bien dotado física e intelectualmente (lo presiento porque lleva ‘la insoportable levedad del ser sobre las piernas’), también ha de ser talentoso, pues carga una pintura al óleo cubierta con una tela blanca. Se ve callado y malhumorado, ¡Qué amargura! pienso, es un hecho que este enclenque buitre es menospreciado en su círculo social, sus compañeros artistas lo recriminan por no atenerse a las técnicas tradicionales de pintura y él les responde con la mirada altiva y rencorosa. No dudo que de pequeño fuera molestado por sus compañeros, quienes le hacían caricaturas de su larga figura en la contraportada de sus libretas, las niñas tiraban de su grasoso cabello y los profesores se reían de él a escondidas. Los adultos pueden ser muy crueles.


Aquel rebelde siente mi mirada y posa sus ojos en el espejo retrovisor, desvío mi atención inmediatamente. Ese hombre amargado debe ser de aquellos que cuando te besan se disculpan o te atarantan de lo mucho que te preguntan si te gustó. A su lado se sienta una señora regordeta de abrigo rojo. Se parece mucho al joven de manos pequeñas y carácter de buitre, quizá sea su madre, pero a él le avergüenza tanto su mal gusto en moda que le pidió que fingieran no conocerse. Y no lo juzgo, la señora, además de un abrigo rojo cereza, viste una blusa amarillo huevo, unos leggins blancos y un bolso oscuro. En cuanto la vi pensé en hamburguesas, era como tener enfrente al mismísimo Ronald McDonald, pero alimentado un poco de más.




La señora y su hijo no se hablan, él la juzga por sus atuendos y ella a él por sus desfiguradas pinturas. Seguramente, para molestarla, pinta mujeres desnudas y cosas blasfemas; tampoco se come los platillos que le prepara y ella termina comiéndose esa porción. Estoy mareada, se me ha hecho largo el camino y pensar en hamburguesas chorreando grasa me revolvió el estómago. Trato de fijar mi vista en frente, pero mis nuevos vecinos son una distracción, un chico y su novia están en los asientos de al lado.


Mi fila es individual, la de ellos doble. Van tomados de la mano, pero la chica lo suelta para responder un mensaje; él se inclina con la intención de verlo, ella se hace a un lado sutilmente. Para su novio no fue sutil, fue como una bofetada, escucho cómo le dice agresivamente: “¿Con quién hablas?”, y la pobre muchacha abre tanto sus ojos que parecen pelotas de ping pong. Hasta yo me espanto, me arrimo hacia la ventana y espero ver salir volando ese celular. Si platica con un amigo no tuvo por qué tratar de ocultar lo que escribía. ¡Qué cinismo!, suelto una risita y ellos me miran feo. Disimulo quitándome el saco, estoy sudando de tanta presión, en cualquier momento voy a presenciar una dramática ruptura. ¡Un tope! El celular cae al piso, el chico lo toma y su novia trata de quitárselo por la fuerza.


El autobús frena bruscamente y mi mochila rueda un escalón. “Aquí bajo” digo triste al llegar a Tlaxcala, aunque tentada a esperarme una parada más con tal de ver cómo terminan las historias. Me pregunto si el buitre y Ronald McDonald al bajar se irían por lados separados o si caminarían juntos hacia una misma casa; y si el inocente celular saldría volando por la ventana o alguno de la parejita acabaría con un ojo morado. Aquí no hace tanto frío y yo me veo chusca con tantas prendas, miro alrededor y me doy cuenta de que me equivoqué de parada, “Qué tonta”, balbuceo, aunque con una sonrisa traviesa coloreando mi rostro, pues estoy segura de que una parte de mí quería otro trayecto, uno donde halle personajes diferentes, quizá más llamativos, más amargados y menos gordos, menos locos, pero todavía más entretenidos.

(Mc con el mundo en las manos
por
Constanza Coneza)