martes, 24 de marzo de 2015

Con Diez Años Menos

Con diez años menos, habríamos sido.


No tendrías que soportar besos vacíos de promesas

Y mi cuerpo ya tendría las impresiones de tus manos
Yo no estaría aquí, tumbada en cielos grises
... Te amaría, más de lo que te amo ahora.

No dejaría que te fueras, no pediría que te quedaras

Mi pasatiempo sería uno: escribirte cada día
Mis ojos te verían sin lágrimas de anhelo
Pues tendríamos flores de cada viaje juntos.

No sentiría miedo de soltar tu mano

Aunque sé que correrías de mí más de una vez
Pero yo sería voluntariamente compañera
De tus causas, de tu arte, de ti... siempre de ti,

Sin embargo no puedo exigir hoy que correspondas

Ni a las cartas, ni a los poemas de esta mujer demente
Porque somos lo que somos sin máquinas del tiempo
Y nuestro acuerdo es soñar y sólo en sueños vernos.



miércoles, 18 de marzo de 2015

Cómo saber si él te miente

Hace algunos años, unos cuatro diría yo, escribí este pequeño manual sobre cómo reconocer cuando alguien te está mintiendo. El corolario no respeta las reglas sobre la expresión corporal ni tecnicismo alguno; es mucho más sencillo que eso, pues es su corazón quien siempre los delata. 



Cómo saber si él te miente

por Violeta Carrasco Jiménez 




Él miente, lo sé. Resulta que al hablarle me contesta tan tranquilo, confiado, pero lentamente escucho, distingo el sonido de su corazón acelerado que, con la intención de delatarlo, le golpea el pecho. ¿Y qué hago yo? qué habré de hacer sino ignorarlo, apesadumbrada ante su palpitante corazón desesperado, atemorizada de articular cualquier palabra... lo abrazo. Su corazón golpea mi pecho también.

Él miente, lo sé. Aunque sus palabras suenen ciertas, tienen eco, un eco diminuto al terminar de murmurar, suena a tristeza, a arrepentimiento. Ocultarlo con una sonrisa no servirá, ni recurrir a la distracción, al cambio de tema... me doy cuenta, sé de su error. Pero, ¿Qué hago yo? qué habré de hacer sino perdonarlo, aún sin que pronuncie esas palabras para pedir perdón; devuelvo la sonrisa, cedo a la opción de distracción.

Él miente, lo sé. Y no me importa. También yo le he mentido y sin darme cuenta. Ignoraba mi descaro, mi cinismo, mi mitomanía, ¡ignoraba mi mentira!. No podré confesarle mis engaños, no quiero hacerlo, pero tampoco quiero ocultarle la verdad; ya no me produce ningún placer.

Y es que el hecho de amar a alguien exige una entrega y confianza que creímos poseer. Nuestras suposiciones no pudieron estar más alejadas. Él miente, lo sé. Él no sabe que miento.

La idea de cambiar es persistente; sentir la flacidez de mi relación, de lo que queda de ella, no necesito nada más para admitir mis errores, pero ¿Cómo sabré si él también admite los suyos? Puedo cambiar yo, pero no podré esperar a que él cambie. Amarlo nunca  significó querer modificarlo.

Supongo que no haré nada, ¿Qué puedo hacer? podría esperar cientos de años sin ver ninguna diferencia... pero en dos meses, quizá menos, puedo cambiar yo. Aborrezco la mentira en el amor. Aborrezco a su corazón, golpéandome el pecho a través de su pecho, delatándolo, victimizándome, mátandome con su martilleo en mi interior; pues sé que no le diré nada y él a mí, me seguirá mintiendo.