Ella despierta e inhala, inmóvil se pregunta si quizá esa noche le hablaste en sueños. No te halla. Exhala.
Mirándose en un espejo: ¡Qué tristes se ven sus ojos!
Sale a caminar. Llueve. No, el cielo escupe amarga y esporádicamente queriendo llevarse un poquito su pena. Recorre las calles que recorriste con ella, se sienta y aguarda; espera verte doblando la esquina y que ocupes el asiento que aún te tiene guardado.
Y si es de tarde yacerá frente a la ventana burlona; firme, en silencio, alucinando que vio tu sombra, que vio tu rostro, confundiéndote con todo aquel cuanto pasa...
Y si es de mañana no sale, se queda en cama con el celular en la mano, leyendo y volviendo a leer los mensajes de hace más de un año. Tus mensajes.
Pero en la noche es diferente, ella la anhela, un fino instante de paz entre sábanas y obscuridad; donde, si bien no hay luz, imaginar no cuesta, sentir no cuesta... vivir es sencillo. Porque si es de noche es cómodo tocarse, recordando pues tu cálido tacto. Pensando en el cuento de amor que no ha sucedido y no ha de suceder jamás; pensándolo una y otra vez con la intención de soñarlo.
Cae dormida.
Son las cinco de la mañana: revisa su celular, no vaya a ser que le hayas llamado... le pareció escucharlo sonar.
Ya es de día, ella no quiere despertar.
Mirándose en un espejo: ¡Qué tristes se ven sus ojos!
Sale a caminar. Llueve. No, el cielo escupe amarga y esporádicamente queriendo llevarse un poquito su pena. Recorre las calles que recorriste con ella, se sienta y aguarda; espera verte doblando la esquina y que ocupes el asiento que aún te tiene guardado.
Y si es de tarde yacerá frente a la ventana burlona; firme, en silencio, alucinando que vio tu sombra, que vio tu rostro, confundiéndote con todo aquel cuanto pasa...
Y si es de mañana no sale, se queda en cama con el celular en la mano, leyendo y volviendo a leer los mensajes de hace más de un año. Tus mensajes.
Pero en la noche es diferente, ella la anhela, un fino instante de paz entre sábanas y obscuridad; donde, si bien no hay luz, imaginar no cuesta, sentir no cuesta... vivir es sencillo. Porque si es de noche es cómodo tocarse, recordando pues tu cálido tacto. Pensando en el cuento de amor que no ha sucedido y no ha de suceder jamás; pensándolo una y otra vez con la intención de soñarlo.
Cae dormida.
Son las cinco de la mañana: revisa su celular, no vaya a ser que le hayas llamado... le pareció escucharlo sonar.
Ya es de día, ella no quiere despertar.
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