Lo vi de nuevo, inherte, callado, una figura retorcida y de brazos largos, una sombra gris que se pasea de noche, sin molestarme, sin emitir ruido alguno, erizando mi piel con sus repentinas apariciones.
Todo lo que hice fue bajar a la cocina por un vaso de agua, ¿mi error? dejar a mis espaldas la puerta completamente abierta. Las luces de la cocina se hallaban prendidas todas, el resto del piso estaba a oscuras y yo había bajado sola, como de costumbre. Un frío inaudito tocó mi nuca; al torcer mi mirada paulatinamente hasta quedar de frente hacía la puerta, lo vi. Un segundo eterno. Su cuerpo gris yacía en la puerta, entre la tiniebla y la luz, y en un parpadeo más se disipó sin rastro alguno. No supe cómo reaccionar entonces, jamás he dudado que él existiera, y jamás lo había visto con tal claridad. Una niebla que se esconde en los rincones más olvidados de mi cocina y que parece estar pendiente a que no baje acompañada.
Terminé de servirme el vaso de agua. No me atreví a llamarle, ¡Maldita curiosidad! me obligaba a ver entre esa bruma, sin embargo subí a mi habitación, bebí el agua y supe que no me atrevería a bajar de nuevo; no esta noche ni en muchas otras, pero llegará el momento en que la criatura y yo nos encontremos o al menos sé, que el me encontrará a mí.
La primera vez que lo vi: http://bellasoledad.blogspot.mx/2013/06/hay-un-monstruo-en-mi-cocina.html
(Ilustración por: Anton Semenov)
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