miércoles, 18 de julio de 2012

¿Para Qué Caemos?

Me rendí a eso de las tres, a media madrugada, y me eché a llorar. Sentí a mi corazón despedazarse. Mi almohada se tiñó de dolor por una hora.

Me duele tu estupidez, ¿por qué no pudiste amarme? si te ofrecía mis horas, un manto de consuelo, mi mano lista para no dejarte caer; quise construir contigo la aventura más grandiosa, un universo entero, quería compartirte los mundos que con nadie he compartido, ser contigo como jamás me he atrevido a ser... ¿por qué lo rechazas?


Me duele más mi estupidez. Nunca te di nada de mí, me ganaba el miedo, me ofuscaba la inseguridad, me volvían loca los celos. Me sentía tan poco... una hormiga vulnerable a ser pisada; ni un corazón completo, ni cuerpo, ni mente... nada te di. 


Juro que reconozco mis errores, no presumo de ser santa. Pero he aprendido de ellos, he aprendido lo suficiente para ya no temer, pero... ¡¿Por qué contigo no soy capaz de aprender?! tropiezo con la misma piedra, me despisto por la misma calle. ¿Cuántas mentiras se necesitan para dejar de perdonar?, ¿cuántas lágrimas más deben llorarse? Es necesario sentirme incapaz de amarte, dejar de aferrarme a lo bueno de ti, de vivir con memoria selectiva y caminar con una venda a medias en los ojos. 


¿Cómo se aprende a caminar sin tropezar?


Pues, ¿para qué caemos?... para aprender a levantarnos.



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