Las primeras veces no se olvidan.
Veo en el reflejo de la ventana a tus ojos verde oscuro, a tu tez blanca.
Me causa melancolía la forma en que hacías polvo mi dolor con una palabra,
tus sonrisas amplias, tu cabello despeinado y mi necesidad de sentirte a mi lado,
lo inevitable de apreciar con disimulo las sutilezas de tu cuerpo;
es melancólico pensar en mis suspiros renegados y en mi terror a errar.
No olvido aún el canto de la estrella y el césped frío al caminar juntos,
al escondernos porque el corazón no resistía la exaltación de ese primer encuentro,
el inicio de una aventura jamás planeada, el primer deseo de permanecer ahí.
Después fueron nuestro primer mensaje de texto, nuestro primer sueño compartido,
un beso tierno, la primera promesa, y con ella, mi primer error.
Esa vez primera e insólita llena de caricias; nunca antes me sentí tan plena.
Esa vez primera que creímos amar, donde nuestras lunas llenas no tienen mención.
No se van de mí, ninguna de ellas se va jamás.
Sobre todo recuerdo, esa primera , no la única, pero sí la más dolorosa de las veces
en que me partiste el corazón. No se va el dolor, ni se dispersa entre los años.
Nada tuyo se desprende de mi; las primeras veces no se olvidan.
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