En una ciudad de crimen y corrupción
un joven taquero en la política iba a entrar en acción,
cortaba apurado la carne el taquero
usando su gorro de palma y mandil de cuero;
con tortas y alambres llenaba las panzas
de todos aquellos con hambre de tranzas.
Puercos y ratas, todos a la vez,
cruzaban la calle por tacos de res;
uno bien trajeado pidió su guisado,
dejando su carro mal estacionado.
Miraba la carne, al taquero y la gente,
con ojos alzados casi indiferente;
de pronto el silencio del local rompía
la risa del taquero con gran alegría.
"Tenga cuidado, mi jefe, en no manchar su corbata,
que luego la prensa nomás le da lata",
a lo que el funcionario respondió:
"A mí no me manchan ni críticas ni revoluciones,
mucho menos la salsa en tacos de lechones."
De pronto, el momento incómodo se volvía,
pues todos en el local sabían que mentía;
el taquero, abusado, en el momento oportuno
anunció su candidatura contra el diputado en turno.
Y así, día tras día, los funcionarios comían
tacos y tacos fuera de la alcaldía,
mas todos al momento que la cuenta ordenaban,
escuchaban que el taquero su próximo cargo anunciaba.
Omar Feria
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