miércoles, 26 de marzo de 2014

La Niña de los Ojos Oscuros

Después de todo Paulina no se apiadó de mi alma y tuve que cumplir mi castigo: hacerme un piercing. Aquí está la dolorosa prueba:



Esta es la última entrada del Reto Literario (click aquí para saber de lo que estoy hablando) y en esta ocasión el material con el cual debo inspirarme es un cortometraje de 1994 ganador de la Palma de Oro en Cannes. La verdad pensé en escribir únicamente una reseña, pero me pareció demasiado cínico y además recordé que era el último texto del reto y me decidí por algo diferente: 

La última entrada de Paulina: Gabriela





"La Niña de los Ojos Oscuros"


Él: 

Mi niña de los ojos oscuros, no te nombro así por tenerlos como el café molido, tampoco lo son como la noche. Tus ojos emanan oscuridad; una que me deja helado. Mi niña de los ojos oscuros, hoy me siento solo.  

No es de esa soledad como cuando se me pasaba el tiempo, ni cuando era incomprendido; es de esa soledad que sólo puede provocar tu ausencia. Niña querida, cuando tu mano me suelta, se desprende de mí la vida. Nunca has entendido lo mucho que te quiero y eso que he enviádote flores y escrito algunos cuentos, te di incluso una rosa, tu favorita supongo, porque era color salmón.

Pero debí saber que nunca es suficiente, porque con nada te conformas; me lo has demostrado con tus antiguos amores y tu usual costumbre de destrozar el corazón con esas manos, que siempre dije, eran suaves como porcelana. Y bajo esa delicadeza yació todo el tiempo algo muy cruel, que no veíase en los espejos, pero que yo conocí cuando te vi a los ojos. Quien diría, mi niña de los ojos oscuros, que jamás los volvería a ver.


Ella:

Debí escribírtelo hace mucho tiempo, pero mi ego era más grande que yo: Siempre te quise, amigo mío, y me merezco tu odio. Se me acabaron las razones para seguirte viendo, porque quería ahorrarte este dolor. Fuiste el único capaz de verme, de entre el bullicio, meciéndome sobre un columpio como la niña que era, que sigo siendo. Y debí decírtelo hace mucho tiempo, con el beso que esperaste tras entregarme flores. Nunca te perdonaré que te hayas ido, porque hoy me siento sola.


Él:

Quise recordártelo con sencillos gestos, pero no reaccionaste más que con una mueca y respondiste ante mis propuestas que tú serías veneno para mí. Quise haber notado antes, que ese veneno del que me alejaste terminaría por carcomerte. Ahora sé por qué murió la rosa y fueron quemados todos mis cuentos. Ahora entiendo que cuando dijiste "vete", rogabas salvación. 

Perdón por irme, pero me arañaste tantas veces como sueños tuve. Y hoy, en mi soledad, en mi yo ausente, lloro hablando de ti en pretérito.

Ella:

Amigo, tú sabías mejor que yo sobre la crueldad que en mí se encierra, escapando con violencia en mis ataques repentinos. No te culpo por nada, de hecho no culpo a nadie. No había forma de salvarme de mí misma, pero había forma de salvarte. Porque una vez que me viste a los ojos, quise que nadie más me viera y tu amor no sería suficiente para hacerme olvidar. Fuiste capaz de ver cuando todos miran, capaz de sentir cuando todos ignoran, capaz de sonreír cuando todos fingen, capaz de vivir cuando todos deambulan y eso es algo que reconoceré eternamente como la mayor de tus virtudes, porque si no fuera por ello no te habría visto una vez más.

Me conoces tan bien que fuiste a buscarme (inconscientemente creo yo) en la frialdad de la estación del metro en mi rumbo de camino a casa. Me viste a lo lejos, como me has visto desde la vez del columpio, con esa cara de niño perdido, pero esta vez la perdida era yo. Y te divisé entre los rostros secos con mis ojos oscuros y vi tu expresión transfigurarse, ennegrecerse. 
   
Corriste hacia mí porque lo entendiste ¡Tú siempre me has entendido! y conocías los ataques repentinos, el dolor punzante, mi soledad, mi crueldad, mi veneno y todo junto en mis oscuros ojos. Pero a penas tomaste mi mano, salté a las vías tras decir "lo siento".

Él:

Mi niña de los ojos oscuros, hoy me siento solo. Porque cuando me soltaste la mano, para quitarte la vida, arrancaste la mía tras decir "lo siento". 

Ya va agotándose de mí tu recuerdo, tuviste la razón: me envenenabas gota a gota y envenenabas tu mundo entero, había en ti maldad infinita que te trozó desde el interior. Y entre mis muchos delirios, con ramos marchitos y tus fantasmas a cuestas, voy imaginándome qué será de ti, porque es seguro que cuando saltaste, vi en la sangre un dejo de crueldad. Y no se extingue y la siento rodearme y ya va ardiendo dentro de mí.


*Otras entradas del Reto Literario: The death ropeVíctorSegundosEn mis últimos momentosEl Poder de los Medios de Comunicación

No hay comentarios: