domingo, 6 de octubre de 2013

Ni Canciones, Ni Cartas

Cuando cae el sol es que comienzo a pensarte;
deambulando por las calles desoladas tras tu beso,
por el farol apagado en el callejón de tu caricia
y por el árbol testigo de tu encuentro.

Pego la frente en el cristal de mi auto

bajo el tibio velo de la noche más oscura,
buscándote, para convencerme de que no eres sueño
queriendo siempre atravesar las paredes con mi vista
para hallarte ahí, en nuestro desván de anhelos.

Entrelazo ahora mis manos con el aire

y lloro la noche que teñías con magia
para, con el tinte rosa de mis labios secos,
enmarcar tu aliento junto a mis fotos viejas.

De ti no quedó la respiración sobre mi cuello,

tampoco tus canciones, tampoco tus cartas;
te robaste mi tatuaje de luna inquieta
para conservarme sólo en las fantasías de tus tardes.

Me quedé sobre una cama tendida y lánguida,

con el pecho bañado en lágrimas tuyas y mías,
al final creí verte en el espejo del pasillo
repetías quedo: no, amor, olvida.


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