Me es imposible concebir el hecho de que existes en un mundo real. Tengo arraigado el hábito de confundir los sueños con la vida, eternamente.
Tengo curiosidad de tu voz, si es que llego a escucharla ¿cómo sería?, no sé si grave o melodiosa. Tengo curiosidad de tu tacto, si es que llego a sentirte ¿cómo sería?, no sé si frío como la noche o ardiente como un sol.
Poseo la impertinencia de querer guardarte en mis desvelos y en fotos pálidas, por temor a un encuentro que el destino ya planeó sin tomarme en cuenta. No me preguntó si soportaría al fijo café de tus ojos o si me gustaría estremecerme cada vez que me buscaras. Tu presencia fue metiéndose en el desorden de mis actos, como un halo de ensueño que me cobijó y temo tanto, amor mío, que el halo tórnese tan frágil como telaraña, como lo hiciesen antes mis ensueños... todos.
Espero, paciente, a tu encuentro, con el corazón entre la duda y la excitación, con el dedo meñique rascando mi rodilla, con el cabello despeinado y con los labios rojos; espero, espero, espero, haciéndoseme eterno el día, porque siento que cuando llegue la hora despertaré, se me irá de nuevo la vida, se me retorcerán los pensamientos, porque tú, amor mío, me tienes tan inquieta como ave de la mañana, porque tú, amor mío, podrías quebrarme como a una muñeca y porque tú... no existes mas que en mis perpetuas soledades bajo arbustos tiesos, no existes hasta que haya escuchado tu voz y a tus dedos rozado, hasta que mires mis ojos y yo te acaricie con el café de los míos.
Es que ten en cuenta, amor mío, que tengo arraigado el hábito de confundir los sueños con la vida.
Umbral del Amor
pintura por Daniel Saucedo
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