Soy esa clase de persona que cree que el amor es esa fuerza que mueve al mundo, y al final resulta ser la emoción mas compleja de todas, trato constantemente de explicarme a mí misma lo que es el amor, pero en realidad suele ser sumamente complejo, por eso escogí pensar que la base de todo sentimiento es el amor, pero caigo en una gran contradicción porque al escribir suele ser lo mas hermoso , a pesar que en la práctica para mi haya sido algo nefasto, suele asombrarme el no poder comprender la razón, el inicio, o inclusive el nacimiento del amor y es que es algo inesperado incluso llega a ser indeseado, sin embargo uno no escoge en que momento desea sentir el amor, ni de que forma o hacia quien, es algo que simplemente nace, es incontrolable y logra desatar tantas emociones, que aveces uno no entiende de razones.
Nadie entiende al amor, la mayoría ha sufrido por el, pero todo el mundo desea enamorarse, ¿ como puede ser esto ? creo que eso es lo maravilloso del amor, que él siempre termina sacando la mejor versión de ti, y es que uno no puede fingir cuando está enamorado, el alma brilla y se muestra en todo su esplendor, esa es la magia del amor, es como algo irreal, es simplemente perfecto, y único, no cabe duda alguna que el amor es un arte, que no se muestra al ojo común, solo el ojo sensible puede verlo tal cual es, y aunque parezca una locura, termina siendo el acto mas cuerdo, el que nos humaniza y nos permite conocer nuestra verdadera esencia, por eso digo que vale la pena amar siempre, y que una lágrima derramada por amor no es una lágrima, sino más bien un estallido de emociones imposibles de contener en un vaso de agua. Amar es arriesgado, pero sin duda, es lo mejor que uno puede hacer.
Absurdo y loco amor
¿Seguiremos fingiendo que esto que nos pasa no es amor? Porque vivir en una absurda negación, es tan lejana de la realidad de aquel ensueño llamado amor, un dulce sentimiento que permanece oculto en un follaje de amistad, en lugar de propagarse con radiante luz, hasta llegar a ser aquel tan anhelado resplandor en medio de la oscura humanidad. –Déjenlo radiar- -déjenlo, déjenlo brillar – que este bello solo no le llegue su ocaso, sino que su luz fluya como ríos de agua vivía, torrentes desenfrenadas imposibles de contener en un vaso de agua, oh si tan solo pudieses ver lo que hay dentro del fruto del amor, antes que este se secase, oh si tan solo este absurdo sentimiento que con locura crece en mi interior llegase a ser más que un simple sueño, pero si tú no eres más que una lejana estrella que se encuentra brillando cada noche iluminando mi ilusión, - tonto, tonto corazón- que no comprende, escucha el leve susurro del silesio hablar en soledad, mira, abre bien los ojos que has de hallar a la razón en medio de tanto sentimentalismo, - calla, calla oh cruel razón- deja a este pobre ciego corazón sentir el resplandor del amor, bañando al alma de la luz del sol del amor. Y a lo lejos veo llegar el alba de un nuevo amanecer, de nuevo en una triste soledad que seca los huesos, que cala en el alma, viviendo sin vivir, amando sin amar. Oh que cruel es callar aquello que inspira a navegar en medio de un mar de dudas, la duda del mañana, sin sentido vuelvo a preguntar, hasta cuándo, hasta cuando he de callar el tan anhelado sentimiento, vale la pena continuar, mejor me es tener tu brillo que no volver a verte oh sol mío, oh triste corazón, escucha hoy a la razón. Velo cual ilusionado que escucha ese cántico celeste de un sinfín de notas musicales que llevan a tu rostro, amado mío, oh que frío siente el corazón viviendo un eterno invierno que abunda sin cesar en medio de ese tierno brillar de tu cálida mirada, que dura es la ausencia que pierde los estribos ante la falta de presencia, oh cual vacío siente, de pronto mi dulce sinfonía decae a la agonía al contemplar que solo en mi pensar haz de ser la rea realidad, de una dulce mas insípida amistad que penetra el alma, el crepúsculo de un nuevo atardecer le llega a este fruto apacible mas ahora imposible del amor, oh cruel destino hasta cuando has de ser mío.
Por: Laura G. García