Eran casi las siete cuando ya había anochecido, la cena deslumbraba bajo el viejo candelabro y los manteles rojos ya se habían estropeado con el vino. El árbol navideño era de tres metros de alto, con esferas doradas y luces de colores, ángeles de migajón, regalos a montones por debajo,tarjetas y pastelillos de fruta.
Toda la casa olía a pino, pero parecía que uno respiraba diamantina con tanto adorno colgado en los espejos y en las paredes. Las risas y los gritos de los niños ponían nervioso al perro, hasta que el sonido de los cohetes lo mandó a esconderse bajo el lavabo.
Tres cestos con uvas me miraban de reojo sobre la mesa principal; una sola lágrima nauseabunda cayó esa noche, escurrió por mis mejillas coloradas y la atrapé con el dedo pulgar para seguir pensando. Pensaba en lo que fue, en lo que es y en lo que puede que sea, me percaté de que no era la persona que esperaba ser; había olvidado ya todo lo importante. Deseé en ese instante y con todas mis ganas que el año venidero fuera distinto... ¡Me había vuelto tan cobarde! y el miedo mismo me lo introduje sola. Quise llorar todo lo que no lloré en el 2008, quise recordar todo lo que olvidé a la fuerza, quise despedirme del monstruo que fui... sin sentimientos, sin culpa.
En esa única lágrima se desechó todo. A eso de las dos empezó a darme sueño, en realidad hacía cinco horas atrás que había comenzado a soñar despierta, pero debía dormir para matar las memorias.
Dejé la copa medio vacía, no medio llena. Dejé la hoja con mi anhelo escrito para quemarla luego, subí a dormirme con la taza de té al lado donde enjuagaría la pena para despertar en un nuevo año sin ningún recuerdo, para vivir plena, sin máscara alguna.
2 comentarios:
Me encantó tú entrada, tienes una buena forma de describir, hiciste que mi mente imaginara ese lugar, Saludos (:
Gracias Isan :) yo ya quiero leer el final de tu historia. Espero que nos sigamos leyendo, saludos.
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