Soy un cazador de orgasmos.
Una profesión poco común hoy en día.
Hay que buscarlos, aprender de ellos
y finalmente atraparlos, hacerlos parte de uno.
Los lugares más frecuentes donde se pueden
esconder
son tibios cuartos, húmedas bañeras,
cómodos sillones, vibrantes hamacas,
secretos parques, aromáticas cocinas,
veloces automóviles y frescas madrugadas.
Se deben estudiar sus costumbres,
sus movimientos, frecuencia,
intensidad; rasgos que lo acompañan:
gritos, rasguños, mordidas,
estremecimientos, oscilaciones,
plegarias y bendiciones.
Se pueden atrapar en suaves sábanas,
frescas gotas de sangre,
en memorias perpetuas,
frascos multiusos,
material audiovisual (HD Y 3D, fantasía gráfica).
Que gratificante recordar un orgasmo
trepidante en un ascensor,
o un espasmo fogoso en la cocina,
acompañado de mermelada
y un gemido surround.
Octavio Carranza
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