Fue una sola vez y con eso me basta;
Una sola vez bebí del jugo rojo de sus labios a distancia,
Una sola vez le respiré la esencia a sus espaldas,
una y solo una vez le vi a los ojos atravesando mi alma.
De su cabello caían amapolas perfumadas,
sus manos congelaron con su roce mi voz,
en su pecho latía apaciguado el corazón
entre la niebla de la bienaventuranza.
Fue ese roce frío el que me tiró hasta la desgracia
Cuando intentó hacerse camino entre la lluvia y los pétalos
buscando abrigo del afán del cielo
me dejó en el tumulto, sin vida, sin nada.
Desde entonces no he parado de buscarle un nombre,
pues ni héroes ni príncipes se asemejan a su porte
ni a su piel de nube o a sus pasos secos,
hasta los ángeles sucumbirían en el deseo.
Fue una sola vez y con eso me basta
para escribirle tantas líneas como hay olas en el mar
para soñarlo siete veces frente al alba
y rogarle a la luna que ¡aunque sea locura!, no lo llegue a olvidar.
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