domingo, 1 de diciembre de 2013

Un Pedazo de la Época Medieval en "El Nombre de la Rosa"


Un Pedazo de la Época Medieval en "El Nombre de la Rosa"


(Un repaso de aquello que la película "El Nombre de la Rosa"(1986) nos muestra sobre el medievo)



Lo más triste de todo es que se quemó la biblioteca, que la culpable de las muertes no fue un hombre, fue la risa, porque esta era pecado, porque incidía en el caos, porque la risa ahuyentaba el temor y sin temor no cabía la fe. Lo más triste de todo es hay quienes todavía le temen.    

Los franciscanos son pertenecientes al clero regular, que a diferencia del secular, se caracterizan por un “raciocinio superior”. Con “raciocinio superior” me refiero a no atribuir cada acontecimiento a la obra de Dios o del demonio, sino buscarle una causa lógica, utilizar la inteligencia y la observación como recursos de investigación y método para hallar soluciones. En cambio el clero secular tiene la tendencia a alarmarse por todo, posee un miedo tan denso como el ambiente medieval metido hasta el tuétano, manteniéndolo en un estado de sugestión e incongruencia.  

A pesar de que ambos cleros poseen líderes espirituales, uno es repudiado por el papa mientras el otro tiene su consentimiento. Pues los franciscanos promueven la búsqueda del conocimiento y la vida sin riqueza; los seculares aprecian sólo la conservación del conocimiento en bibliotecas y aluden a los tesoros. El clero regular cree y sostiene la pobreza de Cristo, pero el secular no cree en la pobreza de la iglesia.

Es fácil reconocer a un franciscano. Vivían humildemente  -por no decir pobremente- poseían la chispa de la duda y la curiosidad; aunque no eran completamente inmunes al miedo, al menos se esforzaban por defender lo justo a través de la acción y la palabra. Se preocupaban no sólo por la carencia de bienes materiales en las personas, sino también por la de bienes espirituales. Un monje secular, por otro lado,  no debía hablar ni reír porque esto último sólo los tontos lo hacen y con respecto a la palidez en sus cuerpos, asumo que tampoco debían salir de su abadía.  

En la época medieval puede observarse una diferencia abismal entre la clase alta (o la Iglesia) y el pueblo. La mendicidad se usa provechosamente y el estado insalubre se atisba en las calles. Empero sobresalen destellos de luz y de auténtico desarrollo, como los instrumentos de medición y los anteojos, así como algunas técnicas de medicina. En cambio persiste esa idea de atribuirle la vida y la muerte al demonio, lo bueno y lo malo, junto a ese dejo de crueldad letal sin más propósito que esparcir terror, porque terror es igual a control y obediencia, a debilidad, fe y credulidad absoluta.

El papel de la mujer en el medievo se entiende a la perfección. “La mujer es más amarga que la muerte” dijeron, entre otras referencias, como cuando el representante de los franciscanos (un poco hundido en la locura) remata la causa de los asesinatos, objetando que el joven muerto poseía algo femenino en la mirada, por ende algo diabólico; el deseo de copular con seres demoníacos. Se le atribuye a la mujer el papel de bruja, se le acusa de tentar a los hombres buenos y ser el motivo de sus actos impuros. La mujer es la tentación, la debilidad del hombre, lo maligno en carne y hueso, lo inferior y lo indigno.

La mujer es perversa por naturaleza, pero la virgen María parece ser la excepción; el ejemplo del milagro en el cual un ser tan malvado como una fémina tornóse buena mediante la santidad. Por ello a María se le pide, porque se sabe que es milagrosa, capaz de conceder hasta lo imposible.

En un principio me pregunté cómo una persona podía ser tan estúpida como para tragarse tales absurdeces, pero recapacité en que no puede culparse al pueblo de no entender algo que jamás se le ha explicado correctamente y que además carece de las herramientas para entenderlo. Culpo ahora a los supuestos guías espirituales, porque por supuesto que ni ellos mismos se creían el cuento. “Los libros contienen una sabiduría diferente a la nuestra e ideas que podrían alentarnos a dudar de lo infalible de la palabra divina” la boca del padre franciscano rebosaba de verdad; la duda es enemiga de la fe.

Finalmente quiero hablar de la inquisición, con rencor y asco, porque son la evidencia de que el poder pudre al hombre que primeramente buscó ser una muleta para la gente. La inquisición (y no creo equivocarme) debió ser una de las mayores atrocidades en la Historia de la humanidad; eso de torturar en nombre de la voluntad de  Dios carece de sentido, el respeto y amor se confunde con el temor hacia un Dios vengativo y sediento, y lo que más me aflige es que después de haberse convertido la Santa Inquisición en un ícono medieval se trasladó al presente como un principio de que Dios desea nuestro sufrimiento.

Los colores del medievo son rojos y grises, cafés, sin sol. “El nombre de la rosa” permite a la perfección el disfrute de esos colores, aunque haya sido un pequeño pedazo. Y nos cuenta una historia que invita al análisis sobre la fuerza, el poder, la debilidad, la pobreza, el conocimiento y la rebeldía. Es, sin duda, una obra de arte.

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