Es medianoche. Aún dueles.
La luna observa mis bellas soledades; del otro lado, el espejo en tinieblas. Oigo tus pasos tras de mí y el crujir de los vidrios con la lluvia. Te respiro, eres más que aire y menos que cenizas.
No sé tu nombre ni sé tu condición. Nunca he visto tus ojos o palpado tu mejilla. Eres el brillo del espejo en el día... eres la sombra maquiavélica en la noche. Estás ahí, cruzando el puente y el mar tenebroso, al otro lado del contorno de mis pupilas.
¡Bésame! mientras estoy dormida y sabré que existes, bésame sin tocar las sábanas, en un cuento triste, un momento etéreo.
Sé que estás ahí y vives al otro lado del espejo. Sé que me miras cuando yo busco en mi reflejo propio... Mis labios se mueven solos y mi corazón se agita. ¡Grita!, grita en mis sueños y sabré que eres.
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