¿Y si me sueñas?,
¿y si te sueño?,
¿y si soñamos juntos?
¿Y si armamos nuestro desván de maravillas?, donde la orquesta de tu corazón no tenga por qué detenerse, donde ni el futuro ni el ayer existan y el día más bello de todos sea el de hoy. ¿Y si en él inventamos nuestro propio lenguaje? uno que no olvide que los besos hablan, que las cosas se hacen para decirse solas; uno que prohíba las promesas.
En nuestro desván no cabrían todas las definiciones de amor, sólo las que concordaran en que el amor es amar... y ya. Pero habría espacio para todas las estrellas, porque nunca se han contemplado lo suficiente.
Recubriríamos sus paredes con espejos pulcros, sin distorsión alguna por estereotipos sociales, para que no vuelva a engañarnos nuestra piel. En la entrada colgaríamos un cartón con ciertas reglas, donde 'valentía' se escribiría con letras mayúsculas. Y en la ventana pasarían mil doscientas blancas lunas, para curar los lunares que dejaron las lágrimas.
La magia pasaría a ser parte de lo cotidiano, como lo ha sido siempre, pero ahora nos daremos cuenta. Pasaríamos a ser parte de la fantasía, para entender que la vida y la muerte son la misma cosa y por fin tendríamos la libertad de ser.
La risa se convertiría en virtud, el silencio en música. Nadie esperaría ni extrañaría nada porque se viviría por instantes y no por años. Y al entrar en ese desván viejo, desvencijado, sin cortinas, se ganaría el derecho para arder, llover y suspirar, y todo aquel que entrase creyéndose cuerdo, sería el loco.
Y todos, absolutamente todos en nuestro desván de maravillas estaríamos desnudos del alma, porque no habría miedo.
¿Y si me sueñas?
¿y si te sueño?
¿y si soñamos juntos?
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