Verte, no, no verte, admirarte es un deleite. Si alguna vez te preguntaste por qué te amo, es por la infinidad de mundos que posees. Cada vez que parpadeas me cuentas una historia diferente.
La luna me sonríe y yo aquí, continuando la historia con mi protagonista ido. Con las manos frías y el montón de hojas acumuladas sobre el escritorio. No dejo de amarte. No puedo.
Lloro un poco mientras escucho esa canción, deseo todavía ser algún día eso para ti, ojalá fuera perfecta en el reflejo de tus ojos.
Y mientras me duchaba tuve una conversación contigo. Pensaba al mismo tiempo en que ya no podría volverlo a hacer, ¿hacer qué?, eso, conversar con tu sombra a oscuras al bañarme, manteniendo la fantasía en mi mente de que estás allí. Tampoco podría mojarme otra vez con esa agua de vacío. Pensaba también en que ya no me harías falta.
Me congelo y temo resfriarme. Temo más llorar.
Quiero seguir escuchando esa canción, hasta que se acabe mi noche, escucharla hasta que la única lágrima que he soltado yazca en ti, y me recuerdes... ¿me recuerdas? no, tu no recuerdas nada. Y yo aquí, amándote infinitamente.
¡Tú tienes la culpa!, Por besarme, por haber acariciado mi rostro y mi cabello... eres culpable por mirarme, por hablar, por callar... por soltarme. Y fue así, quién sabe cómo, cuando empecé a amarte.
No, no te amo tanto, sólo así, poquito; bien sencillo, bien complicado.
Si tan sólo hubiera una señal, te seguiría; siempre deseé ser guiada por la luz de tus ojos. Alguien como tú, así de hermoso, pudo hacerlo mucho mejor, ¿sabes?
Algún día que yo me canse tú vendrás, entonces yo estaré demasiado cansada para ti... No, no pasaría; mi corazón no quiere cansarse de esperar y tu no vas a llegar nunca. No me duele, así tenía que ser; debo escribirte hasta que dejes de doler. Ahora no me dueles, al rato sí. Quería que fueras la razón para justificar mi vida.
¿Qué dirías si llegaras a leer todo lo que he escrito sobre ti? has sido el protagonista de todas mis historias. Estás tan dentro que ya no puedo arrebatarte, pero no hagas daño, por favor, no tengo armas para pedirte que te vayas. Pero tú siempre has sido cruel, ni en tus mejores personajes has cambiado. Me siento tonta por quererte tanto... ¿tú que darías por mi?
A veces temo encontrarte caminando, como pasó hace tiempo... ¿lo ves?, lo recuerdo todo; mis diarios están hechos de ti. No me da miedo el encontrarte, lo que temo es que no me veas, que ya me haya convertido en polvo, me angustia la idea de que pases de largo y no sonrías... no, no sería la primera vez. Tú nunca me ves, yo fui siempre quien tuvo que girar muy suavemente tu barbilla para que, sorprendido, me saludaras con un pequeño beso. Lo peor de todo es que eso amo, lo distraído que llegas a ser, la forma de extraviarte entre tus mundos. Somos tan iguales y tan distintos... ¿Qué me hace amarte así?
Llegas y te vas. Llegas para desordenar mi vida, para dejarme con el beso en el precipicio de la boca, para revolver mi corazón. Y yo que pensé esa sería la historia de nuestro siempre. Te has ido tantas veces... regresado... ido. ¿Cuántas veces más resistirá el reloj? Y yo aquí, amándote desesperadamente.
Llegas y te vas. Te fuiste y no has vuelto. Casi rompes con tu propio récord y yo el mío de estupidez, soy la estúpida que espera una vez más poseer tus ojos.
Y si se me escaparan todas estas cosas por la boca, ¿qué dirías? no, tu callarías; no dices nada nunca. Y yo aquí, amándote inconteniblemente.
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