“La misión” o “The mission” (en su título original) es una película británica del director Roland Joffé lanzada en 1986. Esta se sitúa en 1750 y los sucesos narrados fueron, según esto, completamente reales. La historia se centra en una misión jesuita sobre las cataratas Iguazú en las que residía una tribu guaraní, así como en el tratado que lidiaban España y Portugal para hacerse de esas tierras.
A pesar de que el soundtrack no fue completamente de mi agrado, debo decir que el Oscar lo tuvo bien merecido, porque su mensaje se cumple, se encara el pasado de una humanidad despiadada en la que no podía distinguirse a un animal salvaje de una persona, en el cual el mundo gira alrededor del dinero y el poder, valiendo más estos de lo que vale una vida, donde la masacre es justificada y el arrepentimiento no es opción. ¿Por qué de pronto esto comienza a semejarse con el presente?
La orden de los jesuitas era perseguida y juzgada por razones obvias; en un sitio así no caben el amor ni las utopías, porque verdaderamente el universo que estaban planteando, allí arriba en las cataratas, parecía perfecto, el ejemplo real de lo que significa “comunidad”. Pero la ambición del hombre corrompe, a tal grado que impide la contemplación de lo bello. La ambición llevó al hombre a esclavizar al otro, argumentando que así es la ley de la demanda; la ambición llevó al hombre a asesinar inocentes por creerlos animales… ¿quién terminó siendo el animal salvaje?
Por otro lado, a pesar de las bestialidades de los portugueses, la película muestra un lado que yo casi había olvidado que existe. El lado del amor y la caridad. Movió mi percepción sobre la Iglesia, cuya reputación ya se había ganado mi rencor e intolerancia, pero supongo que es cierto el tópico de que no todos son iguales.
En conclusión, “La misión” muestra un contraste en el corazón de los hombres. Por un lado los jesuitas, con su voto de obediencia y su firme idea de que Dios es amor; por el otro, la clase alta de España y Portugal, más preocupados por sus asientos que por las cualidades humanas y para quienes cualquiera que no alabe el dinero debe estar compaginado con el diablo. Y muestra esa característica del ser humano que me enfurece, donde se castiga lo bueno y se ensalza lo vil, donde el poder está por encima de la verdad. ¿Será que todo aquel que beba un sorbo de poder irá a bañarse de ambición?
“Si la fuerza es lo correcto ya no hay lugar para el amor en el mundo. Y yo no tengo ánimos de vivir en un mundo así.”